Premios Oscar 2023 | La contracrónica: Todo a la vez en todos los frentes

Los Oscar supusieron un gran triunfo para 'Todo a la vez en todas partes' y 'Sin novedad en el frente'. Bajo la apariencia de unos premios modernos, orientales y europeos, casi friquis, en realidad subyacía el triunfo de los nuevos ricos.
Los Daniels con sus premios Oscar
Los Daniels con sus premios Oscar
Arturo Holmes
Los Daniels con sus premios Oscar
Los Daniels con sus premios Oscar.
GETTY - WOCHIT

No deja de tener su gracia que en una edición con una película como El triángulo de la tristeza, que se dedica a ridiculizar a los multimillonarios, el resultado final haya sido el triunfo de dos empresas que tienen el dinero por castigo. A24 con Todo a la vez en todas partes y Sin novedad en el frente, de Netflix. A la súper producción alemana, Netflix añadió Pinocho de Guillermo del Toro y RRR –que sin ser de ellos todos la identifican con la empresa de la N sangrante. A24 se llevó otros dos por La ballena (The Whale). Hay muchos multiversos, pero en todos ganan los ricos.

La alfombra ¿roja? ¡Champán!

Todo empezó con una “alfombra champán”, que ya no roja, un poco decepcionante. Se salvaron Jennifer Connelly y Lady Gaga, muy contenida para lo que es ella en Versace. Florence Pugh merece ser rebautizada como Florence “Puaj”, con un modelito que debió elegir su “amigui” Olivia Wilde y parece que Paul Mescal, aprovechando lo de Benidorm en Aftersun, le copió el outfit a Faemino y Cansado (o al del medio de Los Chichos). Mescal, por cierto, se presentó sin Angelina Jolie, a la que hubo que buscar en la raja de la falda-homenaje de Cara Delevingne. Tampoco fueron Tom Cruise ni James Cameron, leyendas que no están para desprecios. Cruise ya hace 12 años que no pisa el evento, será que le coincide con las celebraciones cienciólogas.

Kimmel y las actuaciones

"Este es el momento de la gala en el que echas de menos una bofetada". Aparte de la profesionalidad cachonda pero un tanto burocrática de un Jimmy Kimmel que trató de sacar partido de las bromas sobre "lo que pasó el año pasado", pero sin repartir bofetones, habrá que hacerse mirar por qué las canciones más nominadas suelen tirar hacia lo pasteloso. Que no tenemos nada en contra, pero ralentiza una gala de por sí lentorra en la que solo Sarah Polley con su premio al guion adaptado por Ellas hablan elevó el tono reivindicativo. Naatu Naatu, de RRR, demostró cómo deben ser los números musicales. Más allá del ejercicio aeróbico, fue como tomarse un litro de café por lo contagioso de su energía. Ganó el premio a la mejor canción, porque era la mejor y porque encaja como un guante en la estética Tik Tok que triunfa en los móviles. Desde luego, a años luz de cómo desafinó una leyenda como David Byrne en su interpretación de Todo a la vez en todas partes. Rihanna actuó rodeada de una orquesta “all black”, muy Wakanda. Lady Gaga lo hizo en pantalones vaqueros rotos y camiseta, demostrando que la gala le importaba lo mismo que a su jefe Tom Cruise. Lo más memorable de su olvidable interpretación fue su discursito de autoayuda introductorio. Luego salió Lenny Kravitz a tocar la tecla del piano en un In memoriam que dolió por su naturaleza y por sus olvidos: al desmemoriado de turno se le olvidó incluir a nuestro Carlos Saura (tres veces nominado a mejor película entonces "de Habla no inglesa" por Mamá cumple 100 años, Carmen y Tango, esta última por Argentina) y Charibi Dean, protagonista de El triángulo de la tristeza.

Y los premios...

La cosa empezó en todo lo alto. Todo era más tierno que el pan de molde. Ke Huy Quan Data Tapón lloró y se sorbió los mocos entre apología del Sueño americano y recuerdo a su amigo

Gordi de Los Goonies con su tinte Grecian 2000 en todo su esplendor. Jamie Lee Curtis estupenda nepobaby y más Janet 'Leigh Curtis' que nunca, también se llevó estatuilla. Uno habría esperado que lo ganara por su icónica Laurie Strode, ni que sea por la de malos ratos que le ha hecho pasar Michael Myers en Halloween, pero, oye, logró lo que papá Tony Curtis y mamá Janet Leigh no consiguieron nunca. 

Hasta una categoría tan poco dada a despuntar, como es la del Corto de Acción real puso a la platea en pie cantándole el Cumpleaños feliz a James Martin, protagonista de An Irish Goodbye, actor con síndrome de Down. La guinda la puso Jenny, la burrita robaescenas de Almas en pena de Inisherin. Fue bastante feo que no invitaran también al burrito protagonista de EO, de Jerzy Skolimowski. Será porque no habla inglés, que diría Juan Luis Guerra o por evitar que se aparearan entre bambalinas, que los burros son muy ídem. Una gala de lo más animal, si tenemos en cuenta que otro punto álgido fue la presencia del Oso cocainómano de Aliexpress, que salió del bracete de su directora, Elizabeth Banks. No fue la noche de Elizabeth, que casi tropieza con el vestido y encima salió con una faringitis de impresión.

A partir de ahí, empezó el festival de Sin novedad en el frente (Banda sonora, fotografía, diseño de producción, Película internacional) hasta que cogió carrerilla Todo a la vez en todas partes (Guion original, montaje, dirección, mejor actor de reparto, mejor actriz y mejor película). La parte final, con la interrupción de Brendan Fraser por La ballena (The Whale) (otro que lloró de lo lindo) fue de la película de los Daniels, Kwan y Scheinert. Los de la peli de Netflix fueron bastante menos pesados que los Daniels, la verdad, que no veas cómo le daban a la sin hueso. Si haces una película de 140 minutos, no tienes la virtud de la concreción, claro.

En fin, que en los Óscar, son como la vida misma. Está muy bien defender el Sueño americano como Ke Huy Quan o la prueba de que los sueños se hacen realidad de Michelle Yeoh, o incluso lo de quererse mucho como Lady Gaga, pero al final todo acaba con la regla de oro de que caballero poderoso es don dinero. O, por decirlo con cita fílmica, de la archiconocida de Mae West: “He sido rica y he sido pobre… Créeme, es mejor ser rica”. Y eso aplica también para las productoras en la gala de los Oscar.

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