'Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño': 35 años de la película que forjó el mito de Freddy Krueger

La película que encumbró a Freddy Krueger como icono pop de finales de los 80 dio la vuelta a la creación de Wes Craven convirtiéndola en una fusión de horror, comedia y fantasía.
Pesadilla en Elm Street 3
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Cinemanía
Pesadilla en Elm Street 3

En 1985, la franquicia Pesadilla en Elm Street y su protagonista, el asesino de los sueños, Freddy Krueger, podía haber muerto de éxito. 

Tras el éxito sorpresa de su primera entrega, dirigida por Wes Craven y estrenada en 1984, la recién estrenada distribuidora New Line Cinema y su presidente, Robert Shaye, decidieron encomendarle al primerizo Jack Sholder la realización de una secuela que aprovechara el ascenso fulgurante de la nueva estrella del cine slasher.

Una secuela cuestionada

Aunque sus resultados en taquilla de Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy fueron, en su primer fin de semana de recaudación superiores a los conseguidos un año antes por la cinta original (2.865.475 millones de dólares, frente a los 1.271.000 millones de la cinta original), la taquilla global fue ligeramente inferior a la de la primera entrega. 

Algo que se agravaría no solo porque dicha secuela realizada con premura costara casi el doble de la película original, sino porque el recibimiento de los fans del género fue de todo menos positivo.

Viajes de terror y ficción: 'Pesadilla en Elm Street'

Cierto es que la película -que continuaba de manera absolutamente tangencial los acontecimientos de su precedente, manteniendo únicamente el hogar de la heroína Nancy como epicentro del mal y al asesino de las cuchillas interpretado por el carismático Robert Englund- ha recibido en la actualidad una cierta clase de reivindicación. Una suerte de relectura contemporánea, en especial en lo relacionado a su subtexto acerca del descubrimiento del deseo sexual, no sabemos a ciencia cierta si intencionado o casual.

Pero lo que si que es cierto es que esta secuela, totalmente alejada tonal y argumentalmente del clásico del director de Scream, fue recibida como un jarro de agua fría por los fans y la crítica de la época. New Line Cinema se dio cuenta de que era necesario devolver a la saga su sello de identidad y recuperar aquello que la convirtió en una de las señas de identidad del subgénero, junto a La noche de Halloween de John Carpenter. Su artífice original, Wes Craven.

El retorno de Wes Craven

Así, Wes Craven, junto al guionista Bruce Wagner, fueron convocados para continuar el relato que el primero había llevado a buen puerto. En primer lugar, Craven propuso un ejercicio metaficcional donde Krueger se introduciría en el mundo real y perseguiría a aquellos que realizaron el filme original, pero fue rechazado por la productora. Un concepto que daría lugar casi diez años después a La nueva pesadilla de Wes Craven, séptima entrega de la saga y segundo regreso de un reticente Craven al universo y al personaje que le proporcionó la fama.

Porque Craven siempre fue reticente en convertir Pesadilla en Elm Street en saga y franquicia. Pero eso no fue impedimento para que una vez rechazada la original propuesta, pero esta vez junto al guionista Bruce Wagner, entregara un nuevo guion, titulado Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño, que esta vez si que sería una secuela directa de los acontecimientos de la primera.

Pesadilla en Elm Street 3
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En ese primer borrador, ya existen elementos que se pueden encontrar en el resultado final. En primer lugar, ese concepto de “guerreros del sueño”: un grupo de adolescentes que combatirán contra Freddy Krueger en el terreno de las pesadillas. Algo que trae al recuerdo un cómic de Marvel perteneciente a su franquicia mutante, Los Nuevos Mutantes, en concreto La saga del Oso Místico, realizada por Chris Claremont y Bill Sienkiewicz tres años antes. 

Casualidades de la vida, el tebeo que serviría más de tres décadas después para trasladar al grupo homónimo a la gran pantalla y cuya influencia de esta tercera entrega de Elm Street es clara y meridiana. En segundo lugar, el regreso de Heather Langenkamp como Nancy, la única superviviente del título original.

Sangre fresca

Pero New Line Cinema, y en concreto su productora Rachel Talalay -futura directora de la sexta entrega, Pesadilla Final: La muerte de Freddy-, buscaban continuar la saga, manteniendo pero atenuando los componentes de terror puro y acercarla más a un cierto tipo de fantástico con toques de terror carnavalesco.

En cambio, el guion de Craven y Wagner ahondaba aún más en el horror y conceptos profanos que ya había introducido Craven en la primera parte. Además, planteaban un presupuesto que rondaría los 20 millones de dólares. Demasiado para una saga que se movía de media en los 6 millones. En concreto, esta tercera Pesadilla acabaría costando 5 millones de dólares y recaudando en Estados Unidos 44 millones.

La decisión de Talalay: recoger elementos de ese primer borrador, mencionar a sus autores en los créditos de guion de la cinta, pero incorporar a la producción carne fresca bajo la forma de los recién llegados a la industria Chuck Russell y Frank Darabont. Que además Craven no pudiera comprometerse para sentarse de nuevo en la silla de director -el rodaje le coincidía con el de Amiga mortal- hizo que Russell no solo se convirtiera en coguionista de la cinta, sino también en su ópera prima como director.

Pesadilla en Elm Street 3
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El enfoque que Russell y Darabont imprimieron a su libreto redefiniría no solo a Freddy Krueger y a la franquicia, sino a la deriva del subgénero slasher de ahí en adelante. Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño, mitad cuento de hadas salido de la imaginación de Hans Christian Andersen y los juegos visuales y de perspectivas de M.C. Escher, trasladaría el universo de horror de Craven hacia los territorios de la fantasía con toques de horror.

Freddy Krueger: de icono del terror a ídolo pop

La reconversión de Freddy Krueger de abusador de niños y figura espectral con toques de humor negro a casi antihéroe de la juventud de los 80, mitad entertainer y maestro de pistas, se iniciaría en esta tercera entrega. También su propensión a los one-liners y el chascarrillo fácil.

Un concepto que convirtió Pesadilla en Elm Street 3 en la película que definiría la saga, no solo en las futuras secuelas que surgieron de ella, sino en la percepción de Freddy que se instaló en el inconsciente colectivo, más aún que su superior primera entrega.

Freddy Krueger
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Pero esa mezcla entre humor macabro y fantástico terrorífico, donde el universo de los cómics Marvel más cercanos al terror, junto a una estética que bien podría entenderse precursora de lo que sería la línea Vertigo de DC Comics, más la incorporación de elementos de los incipientes juegos de rol, con el Dungeons and Dragons de Gary Gigax a la cabeza, haría de ella un elemento original y extraño en el ya algo desgastado slasher surgido de La noche de Halloween de Carpenter y, por supuesto, un éxito inesperado, incluso para la propia New Line Cinema.

Esta tercera Pesadilla introduce un equilibrio casi perfecto entre la aventura y el terror, la comedia y el drama. Consigue hacer avanzar argumental y conceptualmente lo desarrollado por Craven, pero a su vez esa eliminación gradual del componente de terror puro en favor del espectáculo grand guiñolesco y extremo -apoyado por la impresionante tarea de Greg Cannom en materia de efectos especiales prácticos y la labor del maquillador Kevin Yagher- aquí lleva a la saga a una cierta clase de paroxismo que nunca más volvió a conseguir.

Reivindicando la cultura popular

Pesadilla en Elm Street 3 convertiría el asesinato macabro y gore en una obra de arte en si misma y principio y fin de las posteriores entregas. El asesinato de la primera víctima, reconvertida en marioneta de carne y hueso; los ecos de Videodrome de Cronenberg con ese televisor poseído por el alma y el cuerpo de Freddy; o esa nueva carne en forma de pesadilla heroinómana y las heridas provocadas por esta última transformadas en bocas purulentas e insaciables, se encuentran entre los momentos más memorables de toda la franquicia, introduciendo además en el cine más mainstream ideas y conceptos provenientes de otras obras menos populares.

Pesadilla en Elm Street 3
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Pero también la reconversión de Freddy Krueger en Bugs Bunny diabólico, adorado por las masas enfervorecidas, lo acabaría convirtiendo en el antihéroe de la saga y no ya material del que se hacen las pesadillas. Cuanto más figura icónica y pop, menor su capacidad para provocar el pavor deseado. Algo que se acrecentaría en las secuelas posteriores, hasta convertirle en parodia de si mismo.

Algo que por supuesto no empaña en absoluto los resultados de Pesadilla en Elm Street 3, fusión impecable del zeitgeist de la época, donde tienen cabida y se hibridan varias corrientes paralelas de la cultura popular. Supo introducir, mucho antes de su incorporación en el mainstream, elementos marginales por entonces de la cultura popular, como el comic-book americano, los role playing games y el hard rock. 

Una receta a priori imposible, pero que daría lugar a una legión de seguidores y la implantación total de Freddy Krueger y Elm Street en el imaginario social y cultural.

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