Ester Expósito con acento mexicano es lo menos forzado del thriller 'Perdidos en la noche' presentado en Cannes

Desde el inicio de su carrera, Amat Escalante se posicionó como uno de los nombres clave de la implantación en el panorama mexicano del llamado cine de la crueldad en su versión más inclemente formalmente. Lo que vendría a ser una de las más funestas consecuencias de que, al albor del siglo XXI, las notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson fueran reinterpretadas por sádicos en las escuelas de cine de todo el mundo.

De ese caldo picante de marco teórico riguroso, dramatización morosa y sed de efectismo epatante han bebido nombres tan variopintos como Bruno Dumont, Andrey Zvyagintsev o Carlos Reygadas. Fue bajo el amparo de este último, y con una indudable influencia artística, como arrancó Escalante su breve pero intensa filmografía, que le ha llevado a acumular sendos premios de mejor dirección en los festivales de Cannes (Heli, 2013) y Venecia (La región salvaje, 2016).

No obstante, Perdidos en la noche, su quinto largometraje y clausura de un hiato de siete años en los que ha ejercido como realizador en episodios de Narcos: México, se aleja de esas coordenadas y abraza lo más parecido a la comercialidad a la que se puede aspirar con imágenes explícitas de sexo y violencia. Con todo, poca cosa para quien conquistó esos galardones con primeros planos de genitales ardiendo o una escena de sexo tentacular digna de fervor lovecraftiano.

Perdidos en la noche arranca precisamente con un pequeño guiño a Posesión (1981), la obra maestra de Andrzej Zulawski a la que tanto debía su anterior película. Por desgracia, ahí acaba el asunto. Si bien Escalante ya empezó a trabajar con actores profesionales en La región salvaje, separándose de su obra anterior tan marcada por el empleo de intérpretes naturales, aquí cuenta directamente con estrellas internacionales como Ester Expósito o Bárbara Mori. 

Un aspecto que contribuye a diluir la firma personal del cineasta. Igual que la factura del relato, al que no le faltan los ingredientes característicos de violencia y desigualdad en el estado mexicano de Guanajuato, como su obra previa, pero cuyo desarrollo se parece más a un thriller rudimentario de Hollywood donde la crítica social y la denuncia política a las que se quiere aludir solo son elementos del paisaje.

Ester Expósito al rescate

Lo curioso del asunto es que si algo lucha por evitar que la película caiga en el olvido de un mar de propuestas intercambiables sea precisamente la presencia de Ester Expósito y su actuación con un acento mexicano forzado e intermitente según el momento. Mientras que podría buscarse justificación al parpadeo fonético con la construcción del personaje y su larga temporada en España, es una lástima que Perdidos en la noche dé a la actriz poco que hacer más allá de seguir explotando el registro de niña pija que practica desde Élite.

Ella es Mónica, la hija mayor de los Aldama, una adinerada pareja de artistas que utiliza las reivindicaciones y el compromiso social como excusa para su obra pero podría estar detrás de prácticas bastante terribles como la desaparición, años atrás, de la madre de Emiliano, el protagonista interpretado por Juan Daniel García. Su oposición a la apertura de una gran mina en la localidad fue reprimida de la forma más terrible y violenta.

La secuencia del secuestro permite asomarse quizá a lo que podrían ser retazos de lo esperable en una película de Escalante. Igual que otros instantes como una tierna masturbación en pareja por turnos o el inevitable momento topless de Ester Expósito, caracterizada como una influencer de tendencias suicidas en la aproximación más viejuna a las redes sociales que se recuerda en Cannes desde Happy End (2017), de Michael Haneke.

Esos breves destellos de ataque a espectadores abotargados por el menú del streaming hacen más notorio lo aguado que está el resto del metraje, incluyendo giros argumentales que se encontrarían inexcusables en productos en Hollywood. Sin llegar a ser una versión 0,0 del cine de Escalante, sin duda se trata de su obra más light. 

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