¿Para qué sirve un festival de cine gay?

Lejos de las polémicas y con la normalización social en marcha, las muestras de películas LGTB españolas buscan su identidad abriéndose al público del cine de autor. Por YAGO GARCÍA
¿Para qué sirve un festival de cine gay?
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¿Para qué sirve un festival de cine gay?

El mayor escándalo que el cine español ha producido en lo que va de este siglo se desató en Madrid, en noviembre de 2007. Y, para recordarlo, no hace falta seguir de cerca las noticias sobre celuloide, sino las relacionadas con la lucha antiterrorista y las actividades de ciertos lobbies. Hablamos del estreno de Clandestinos, del director Antonio Hens, en el festival de cine LesGaiCineMad. La película presentaba una historia de amor entre un joven marginal próximo al mundo abertzale (Israel Rodríguez) y un guardia civil, y bastó con su estreno en el certamen (y con una portada más que polémica en la revista Zero, en la foto) para desatar una polémica que se prolongó hasta bien entrado al año siguiente. Medios como Libertad Digital afirmaron que el público había exclamado “¡Gora ETA!” durante el pase, y entre las entidades que se querellaron o protestaron por su estreno se encontraron desde la Asociación de Oficiales de la Benemérita hasta la Asociación de Víctimas del Terrorismo, el grupo conservador HazteOír y el Partido Popular.

¿Para qué sirve un festival de cine gay?

“Los medios de ultraderecha nos pusieron más que verdes, nos llamaron de todo”, recuerda hoy Gerardo José Pérez, director de LesGaiCineMad. Y, al recordarlo, parece más orgulloso que dolorido. En parte, porque la polémica acabó en agua de borrajas, con denuncias retiradas y con un informe de los servicios jurídicos de la Guardia Civil afirmando que Clandestinos no ofendía al instituto armado. Y, en parte, porque haber pasado por ese trago es una de las anécdotas que jalonan el itinerario de su muestra de cine. Inaugurado hace 16 años, en 1996, LesGaiCineMad es el festival de cine LGTB (siglas de “Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”) más antiguo de España, y en su trayectoria ha recorrido el camino entre una cierta marginalidad y un momento social (el presente) en cual una cierta normalización puede llevarnos a preguntar: ¿para qué sirve un festival de cine gay?

Aforo reducido, cambios radicales“Cuando comenzamos, la situación social de gays y lesbianas no tenía nada que ver con la de ahora”, reconoce Gerardo José Pérez. Y tiene razón: si haces memoria, recordarás que el estreno de filmes como Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí era noticia, no por su calidad, sino por estar protagonizados por gays. Y, si nos ponemos, recordarás también que Terenci Moix y Pedro Almodóvar parecían entonces los únicos homosexuales declarados con presencia en la vida pública de España. De ahí que la primera edición de LesGaiCineMad tuviese un ambiente, de perfil bajo: “Lo hicimos sin ninguna subvención y en un cine pequeñísimo del centro de Madrid, el cine Bogart”, recuerda su director. “Nos llevamos un susto enorme, porque las colas eran larguísimas y todas las noches se quedaba gente fuera por falta de aforo”. A lo largo de estos 16 años, las relaciones institucionales de LesGaiCineMad mejoraron, y aumentó el aforo de sus locales, “aunque este año, con la que está cayendo, lo mismo nos quedamos sin ayudas públicas”.

Otros festivales, nacidos en años posteriores, nacieron con un aura de aceptación bastante mayor. Tal es el caso de Zinegoak, de Bilbao, fundado hace una década. “Durante los primeros años, las instituciones se mostraban timoratas y el público no sabía con qué se iba a encontrar”, recuerda su ex director, Roberto Castón, que permanece en la organización de la muestra y también es cineasta. “Pero con los años hemos ido creciendo, no hemos perdido ni ayudas públicas ni patrocinios privados pese a la crisis, y el público cinéfilo de la ciudad lo tiene presente en su calendario”. En Barcelona, por su parte, tenemos un caso peculiar: en 2007, tras 12 años de actividad, la Mostra Lambda de cine LGTB se refunda como Mostra FIRE!: “Se cambia su nombre, su equipo, sus objetivos, sus mensajes sus contenidos… Un cambio radical, vamos”, reconoce su director Joako Ezpeleta. Según explica, se trataba de conseguir “un festival de cine no sólo abierto al público LGTB, sino a todo el público que cine de autor, y creo que se ha logrado”.

De lo marginal a lo 'indie'Admitamos desde el principio que el “estado de la cuestión” de los festivales gays en España que planteamos en los párrafos anteriores se queda corto. Nos dejamos, por ejemplo, encuentros como AlandaLesGai (Sevilla), Cinhomo (Valladolid), Fancinegay (Extremadura) y otros. Para colmo, la Fundación Triángulo, entidad que también impulsa LesGaiCineMad, coordina la Red de Cine LGBT, que coordina 17 certámenes entre España y América Latina. Al menos en lo tocante a nuestro país, y a las ciudades más importantes, ser gay o lesbiana ya no conlleva tantísimos problemas sociales como lo hacía en los 80 y los 90, así que toca entrar en el meollo de la cuestión. ¿Tiene sentido mantener un encuentro de cine basado en la opción sexual de sus realizadores o los protagonistas de sus historias?

“Los festivales LGTB seguirán teniendo sentido hasta que se nos deje de ver como personas ‘diferentes”, afirma con rotundidad Joako Ezpeleta, de FIRE. “Cuando en TV, en el cine de barrio y en la sociedad en general se puedan disfrutar de películas de temática gay lo mismo que se disfruta de westerns o de películas sobre gastronomía”. Sus palabras pueden parecer peregrinas, hasta que se recuerda un dato importante: la mayoría de las películas que llegan a España a través de los festivales de cine gay no llegan a salas comerciales, salvo excepciones. Gerardo, de LesGaiCineMad, recuerda que por cada caso como el de Fucking Amal (que se convirtió en un éxito en las salas de VO tras pasar por su certamen) hay muchos otros, como el documental alemán Paragraph 175 o la japonesa Les Filles Du Botaniste (“una película preciosa”) que se quedan en el limbo festivalero. “Así, tenemos la misión de cualquier otra muestra de cine: presentar películas al margen de lo comercial”, reflexiona.

Roberto Castón, de Zinegoak, recuerda casos de directores que han estrenado por primera vez en el Estado gracias a estos festivales, como el portugués Joâo Pedro Rodrigues, antes de lanzar su veredicto: “Esto tiene la misma razón que un festival de cine político: con la presión de las majors de Hollywood, a películas independientes como estas les cuesta muchísimo encontrar salas para su exhibición, y eso si hablamos de ciudades grandes como Bilbao, Madrid o Barcelona. Aquí mismo, en poblaciones medianas como Durango o Getxo, estos filmes no se habrían visto nunca”. ¿Por falta de interés de las distribuidoras, por su poca rentabilidad económica? Joako Ezpeleta aporta una última reflexión sobre la necesidad de los festivales gays que resulta difícil rebatir: “Queremos que no se nos insulte por la calle por ir de la mano de una persona del mismo sexo. En ese momento, nos dedicaremos a otra cosa”.

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