Indiana Jones se despide dolorido y dignamente con 'El dial del destino' en Cannes 2023

Harrison Ford puede decir adiós en paz. ‘El dial del destino’ recibió un gran aplauso en su estreno y en el pase de prensa.
Indiana Jones (Harrison Ford) y Helena (Phoebe Waller-Bridge).
Indiana Jones (Harrison Ford) y Helena (Phoebe Waller-Bridge).
Lucasfilm Ltd.
Indiana Jones (Harrison Ford) y Helena (Phoebe Waller-Bridge).

Todo le duele a Indiana Jones. Después de 25 minutos de inicio en plena Guerra Mundial, con Harrison Ford rejuvenecido y acompañado de Toby Jones, en las siguientes escenas de Indiana Jones y el dial del destino, el profesor aparece en calzoncillos, resacoso, su cuerpo viejo, se mueve torpemente, se enfrenta a los hippies de sus vecinos que celebran ‘el día de la Luna’, el desfile festejando a los astronautas. 

En unos minutos, estamos situados ya en 1969 y ante un hombre que no pertenece a su tiempo. Ese es el corazón de esta última y quinta aventura del Dr. Jones (como le llaman, con debido respeto más veces que Indy), el paso del tiempo y la resistencia a esa carrera imposible de ganar.

Por eso, el artefacto que persiguen en este caso, junto a una divertida Phoebe Waller-Bridge (mil veces mejor como compañera de aventuras que lo que fue Shia LaBeouf), es una especia de reloj creado por Arquímedes que puede ser que descubriera los viajes en el tiempo. 

Tráiler oficial de 'Indiana Jones y el Dial del Destino'.

Eso cree el villano del filme, Jürgen Voller (Hollywood ama como enemigo a Mads Mikkelsen, y el danés sigue confirmando que es perfecto como tal), científico experimentado, pero nublado por su ideología nazi. Y eso cree también Helena Shaw (Waller-Bridge), hija del personaje que interpreta Toby Jones, ahijada de Indy, aunque ella es más terrenal y capitalista y, en principio, está ahí por el dinero.

Adiós, Indy

La persecución de este artefacto comienza en la II Guerra Mundial, donde casi media hora de persecuciones y nazis muertos, acaba felizmente. Continúa en Nueva York, con Indy a punto de jubilarse, solo, abandonado, deprimido; allí y así le encuentra Helena que le utiliza para salirse con la suya. 

Continúan en Marruecos, llegan a Grecia (donde se encuentran con Antonio Banderas, antiguo amigo de Indy, “el mejor hombre-rana de España”), navegan hasta la mitad del mar, se sumergen en él y continúan en Sicilia. Y sigue y sigue… Pero no contaremos más. Hay elementos históricos, elementos fantásticos, hay chistes, piques… Es Indiana Jones.

Harrison Ford en Cannes.
Harrison Ford emocionado en Cannes.
Cinemania

Esta sucesión de persecuciones puede resultar quizá un exceso de carreras, disparos y saltos imposibles, puede llegar a agotar (tiene algún bajón, cómo no tenerlo en dos horas y media de película), pero se resume finalmente como una digna última aventura para este personaje icónico. Por algo, Harrison Ford estaba feliz y emocionado en el estreno en Cannes. Puede despedirse feliz. Con la cabeza más alta que si la saga hubiera terminado en la anterior película, El reino de la calavera de cristal (2004).

Todo le duele a este viejo profesor de historia antigua. Le duele el cuerpo y le duele el alma, se resiste a envejecer y a decir adiós. No se había dado cuenta de que necesitaba, una vez más, que alguien le rescatara. Y le devolviera al mundo real, donde sigue habiendo un hueco para él, aunque él siga prefiriendo mirar al pasado, tampoco está mal ser una reliquia admirada, deseada y querida en estos tiempos. Indiana Jones es el gran cine de otros tiempos. Y, por eso, costaba y cuesta decirle adiós comparándole con quien fue. Pero con esta despedida sí nos quedamos satisfechos.  

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