George Sanders, el dandy suicida y con más estilo del Hollywood dorado que acabó solo y refugiado en España

Trabajó con Hitchcock, Lang, Sirk y Mankiewicz; ganó el Oscar de mejor actor de reparto por 'Eva al desnudo'.
George Sanders en 'Eva al desnudo' (1950)
George Sanders en 'Eva al desnudo' (1950)
Cinemanía
George Sanders en 'Eva al desnudo' (1950)

“Querido mundo, me marcho porque estoy aburrido, siento que he vivido demasiado, te dejo con tus preocupaciones en esta dulce cloaca. Buena suerte”. El 25 de abril de 1972, George Sanders garabateó estas líneas en un papel y se bebió un cóctel de vodka con barbitúricos. 

Estaba solo en una habitación del Gran Hotel Rey Don Jaime, en Castelldefels, Barcelona. Dos días después, un botones encontró el cadáver desnudo del hombre más elegante de Hollywood.

George Henry Sanders (San Petersburgo, 1906) pasó su infancia en Rusia, pero al triunfar la revolución bolchevique, sus padres, que eran ingleses, decidieron volver a Gran Bretaña. Allí, el chaval estudió en los mejores centros y aprendió hasta ocho idiomas. 

Estaba trabajando en una agencia de publicidad cuando una secretaria (la futura actriz Greer Garson) le dijo que tenía madera de actor. Dicho y hecho: Sanders no tardó en dejar la oficina para trabajar en largometrajes británicos. Muy pronto, su porte aristocrático llamó la atención de Hollywood, que lo reclutó ipso facto.

Sanders fue un brillante actor de reparto especializado en papeles de hombre distinguido pero inquietante, como el cínico chantajista de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), el nazi con monóculo de El hombre atrapado (Fritz Lang, 1941) o el refinado ladrón de Escándalo en París (Douglas Sirk, 1946). Fue nominado al Oscar por su recreación del pintor Paul Gauguin en La luna y seis peniques (Albert Lewin, 1943), pero consiguió la codiciada estatuilla gracias a su trabajo en Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950), donde bordaba a un implacable crítico teatral.

Misógino empedernido, Sanders llegó a decir que “las mujeres son como enfermedades infecciosas”, pero tuvo numerosas amantes y se casó cuatro veces. Según cuenta en su autobiografía, Memorias de un sinvergüenza profesional, la actriz y socialité Zsa Zsa Gabor fue su pareja más odiada: “Mi boda con esa bruja enloquecida fue un craso error. Me avergüenza decirlo, porque no se debe golpear a las mujeres, pero yo sí lo hice. En defensa propia, claro”. 

Lejos de escarmentar, poco después el actor se casó con Magda, la hermana de Zsa Zsa, y la cosa terminó en una apoteosis judicial: “Esa chica me sacó hasta los ojos”.

En los años 60, la carrera de Sanders empezó a decaer, y aunque aún logró personajes tan memorables como el atribulado maestro de El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960), se vio obligado a hacer mucha serie B y mucha televisión.

Harto de todo, se refugió en España. Pasó sus últimos días solo y borracho, dando tumbos por la playa de Castelldefels. Tenía 65 años y estaba acabado, pero aún era un dandy. Como dicen los Kinks en su canción Celluloid Heroes, “George Sanders seguiría teniendo estilo aunque lo cubrieras de basura”.

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