Entrevista

Enric Ribes (‘Cantando en las azoteas’): "Queríamos incidir en la visibilidad de la vejez del colectivo LGTBI"

El cineasta catalán recoge la historia de Gilda Love en un documental que nos traslada a las calles del Raval.
Gilda Love en 'Cantando en las azoteas', de Enric Ribes
Gilda Love en 'Cantando en las azoteas', de Enric Ribes
Cinemanía
Gilda Love en 'Cantando en las azoteas', de Enric Ribes

En los años 70 y 80, las calles del Raval de Barcelona se transformaban en un refugio para aquellos marginados de la sociedad, que se sentían excluidos por su orientación sexual o su identidad de género. Entre ellos encontrábamos a un gran admirador de la estrella de cine Rita Hayworth, el transformista Gilda Love, detrás del cual encontramos a Eduardo. Un hombre enfrentado a una época oscura de España, después de criarse en del seno de una familia falangista, sufrir los abusos de la Iglesia y ser tratado como un delincuente, por tan solo ser quien era. 

La historia de Gilda Love es la de una drag queen de origen gaditano, que se puso el mundo por montera y consiguió que sus coplas sonaran en cada rincón de la Ciudad Condal. Un artista que daría el salto a París, trabajando incluso como asistente de Jean Cocteau. Su vida ahora queda plasmada en el nuevo documental Cantando en las azoteas, del director Enric Ribes, quien visibiliza a la tercera edad LGTBI y el respeto que debemos a quienes dieron los primeros pasos, para que ahora los derechos hayan avanzado. Con motivo de su estreno en las salas de cine el próximo 1 de julio, hablamos con el cineasta catalán.

¿Cantando en las azoteas supone una reivindicación de las personas LGTB de la tercera edad, de su soledad en la gran ciudad y del olvido por parte de del colectivo?

Yo creo que sí, pero no tanto del olvido del colectivo actual, porque creo que a su manera también la reivindica. Cuando ves actuar a Gilda, la reivindicas. Es un ejemplo a seguir. Pero es verdad que hay una dificultad para visibilizar a los transformistas de la vieja generación, que son muy pocos ya. Hay un desapego y una soledad implícita muy bestia. Es muy duro estar en una residencia, como Carmen de Mairena que terminó sus días en una residencia, o en la soledad de vivir solo en un piso en el Raval o en Lavapiés, en barrios habitualmente degradados.

Con esto que comentas, me viene a la mente la creación de la primera residencia LGTBI, por parte de la Fundación 26M. Un lugar que surgía después de que su presidente, Federico Armenteros, viera a un señor mayor gay paseando por la playa junto a su andador...

El trabajo que están haciendo en esta residencia es súper necesario y muy bonito. De hecho, con la visita de Gilda a la residencia queríamos hacer una referencia a este lugar. La mirada de una Gilda que no sabe si también terminará allí. Al final, el dinero se acaba y el mobbing inmobiliario es habitual en muchos casos, por lo que es posible que termine allí, como su amiga.

La residencia es un punto de volver al pasado, de volver con la gente que te ha hecho la puñeta o que realmente te ha ridiculizado. Un lugar donde muchas veces no puedes ser tú y vuelves al armario siendo adulto. Queríamos reflejar esta parte triste también, aunque este tipo de gente es muy dura, porque vivieron una época muy complicada. Siguen erguidos y siempre hacia adelante. Ese es el mensaje que transmite Gilda. 

'Cantando en las azoteas'
'Cantando en las azoteas'
BTeam Pictures

De hecho, vemos a Gilda moverse como pez en el agua por las calles del Raval, pero, ¿existen realmente lugares seguros para los mayores LGTBI ahora mismo?

La película también refleja el tema de los sitios seguros, que en su caso es su hogar, su propio universo. Es un búnker seguro del que sale poco, y solo lo hace para actuar. Es la vida habitual de cualquier abuelo o abuela de 96 años, que intenta salir lo menos posibles solo para conseguir comida o para las cosas que les hace felices, que en el caso de Gilda es actuar. Su casa y su barrio son seguros, pero cada vez son menos las personas que antes tenía.

En contraposición a Gilda vemos a la pequeña Chloé, que provoca un punto de encuentro entre la infancia y la vejez, entre el pasado y el presente. ¿Somos conscientes realmente del legado que nos dejan nuestros mayores?

Se trata de rendir tributo a muchas Gildas que han existido y siguen haciéndolo, a la que se las minusvaloró. La faceta del transformista o travesti era divertida y no se le daba la importancia que últimamente tiene gracias a las drag queens actuales, los programas de televisión y la gente joven, que están haciendo que se valoren como artistas. Es verdad que el reconocimiento llega un poco tarde, pero al menos llega. Se le está dando la relevancia que tuvieron personas que fueron muy valientes en su época, porque vivían como querían y como lo que eran, en una época muy dura en este país.

Es verdad lo que comentas del enorme auge del drag con programas como Drag Race España, pero también un mayor recelo nuevo de los sectores más reaccionarios contra el travestismo. ¿Cómo viven esto artistas como Gilda?

Sinceramente a Gilda le da un poco igual todo. Él vive en su mundo, como una figura quijotesca, que a mí me gusta decirle. Un mundo repleto de libros de caballería y películas del Hollywood clásico. Él ya pasó la peor época cuando era joven, así que ahora intenta seguir como siempre, con la cabeza muy alta y bailando en la pista, como él mismo dice. Es gente que lo ha pasado tan mal, que todos los tiempos después son mejores y, al final, solo les queda seguir luchando.

'Cantando en las azoteas'
'Cantando en las azoteas'
BTeam Pictures

¿Y cómo fue tu primer encuentro con Gilda?

A Gilda le conocí hace 6 o 7 años, y tenemos una bonita relación de amistad, en la que quedábamos un día a la semana para comer. Me gusta escuchar sus historias tan fascinantes, con ese tono de voz tan característico que tiene.

La primera vez que vi su actuación dijo que había nacido junto a su gemela niña y esta murió porque el cordón umbilical se le quedó enrollado en la cabeza. Un hecho muy trágico y a la vez muy poético, dicho por una persona que iba maquillada con un traje de flamenca, de luces, espectacular. Un rostro muy fotogénico del que quedé prendado y que me llevó a conocerle más y a tener una bonita amistad, que fructificó en esta película. Un pequeño homenaje a un personaje especial, a un barrio especial y al final de una era, de la forma más humana y sensible posible.

¿Eras conocedor de la importancia del transformismo en la historia de Barcelona?

Sí, sí, Barcelona tiene una relación muy importante con el transformismo, especialmente el barrio del Raval, que era un sitio de máxima libertad. Había muchos bares, como el Bodega Apolo o La Criolla. De hecho, Pedro Olea también hizo la mítica película Un hombre llamado Flor de Otoño

Este transformismo llamado aflamencado es una seña de identidad, incluso del barrio, del que disfrutaron escritores como Jean Genet y otros intelectuales que estuvieron de paso por Barcelona. La gente venía del resto de España a ese reducto de libertad y canallesco, con Ocaña, Carmen de Mairena y otros tantos a la cabeza.

La historia de Gilda en Cantando en las azoteas nacía en realidad como un corto que se transformaba a largometraje. ¿Cómo ocurre este salto?

Es una historia bonita de contar, puesto que en realidad no es una pieza que se amplíe, sino que el cortometraje y el largometraje son complementarios y muy diferentes. Les une el nombre porque me encanta el poema de La canción del mariquita, de Federico García Lorca. El corto es una micropieza de seis minutos rodada en Cámara Bolex, muy analógica, nostálgica y romántica, hablando del pasado más biográfico de Gilda. Tiene que ver poco con la película. Ambos puede confluir, pero no es Madre, de Rodrigo Sorogoyen, o Cerdita, de Carlota Martínez Pereda, que amplían un cortometraje anterior.

'Cantando en las azoteas'
'Cantando en las azoteas'
BTeam Pictures

Y hablando de Lorca, una de los mayores artistas patrios LGTBI, aunque no pudo vivir con libertad por la época que le tocó. ¿Cómo es este reencuentro del filme con el poeta?

Creo que que Gilda es un personaje muy lorquiano y el poema le viene perfecto. De hecho, seguimos como pequeños haikus del poema de Lorca para narrar la película. Hay varias partes que reflejan el poema y me gustaba este punto poético. Supone una educación por el pasado, un tema en el que creo que hay que seguir apretando para que se cumpla.

No es el único artista rompedor español al que me recuerda, puesto que la escena de su actuación nos traslada a ese Miguel Bosé en Tacones Lejanos, de Pedro Almodóvar.

Su actuación final explica su vida. Es un resumen vital muy bestia. Un plano secuencia en el que canta y baila, tiene poderío y te cuenta su historia. Hay pequeños dejes de francés, por lo que ves que ha estado viviendo en Francia un tiempo. Una forma de introducir su pasado sin caer en el documental al uso, porque queríamos hacer una película social neorrealista, más allá del falso glamour del escenario, como Bosé con Almodóvar. El después, cuando envejecen. Algo que los Javis ya hicieron con Veneno, pero que por la propia historia de Cristina no pudo llegar al crepúsculo y a la socledad vital que queríamos con este final. 

Es de suma importancia seguir visibilizando y reivindicando con películas como Cantando en las azoteas, en plena época de polémicas como la censura de Lightyear, la ley trans o los crímenes contra el colectivo en Oslo (Noruega)...

Creo que esta fue una de las de las cosas en la que queríamos incidir: la visibilidad de la vejez del colectivo LGTBI. Creo que no hay muchas películas que traten este tema y nosotros, humildemente, hemos intentado dar unas pequeñas pinceladas. Una forma de que se valore y admire a determinadas personas, en este caso una figura real como la Gilda, un transformista que lleva toda su vida actuando. Necesitábamos darle sentido y admiración con proyectos pequeños como este.

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