[Americana 2019] Elisabeth Moss entra en el purgatorio del rock con 'Her Smell'

La nueva película de Alex Ross Perry, un explosivo tour de force de la actriz norteamericana, narra la feroz huida de la realidad de una estrella musical en decadencia.
[Americana 2019] Elisabeth Moss entra en el purgatorio del rock con 'Her Smell'
[Americana 2019] Elisabeth Moss entra en el purgatorio del rock con 'Her Smell'
[Americana 2019] Elisabeth Moss entra en el purgatorio del rock con 'Her Smell'

En la que es su tercera colaboración con el cineasta neoyorquino Alex Ross Perry tras Listen up Philip y Queen of Earth, Elisabeth Moss imparte una torrencial lección sobre la circulación de la energía. Porque todo en Her Smell, la zozobra y también los momentos de calma, parte de ella y a ella regresa. Moss interpreta a Becky Something, la cáustica líder de las Something She, una banda femenina de rock alternativo en horas bajas.

Estamos en la década de los 90, y en las letras del grupo es dable percibir algo de fatalismo grunge y una actitud y estética tirando a punk, por lo que no está claro que etiqueta les define más. Sea como fuere, alrededor de la flamígera y desbocada frontwoman que interpreta Elisabeth Moss orbitan una serie de personajes con los que nos iremos reencontrando en los distintos bloques temporales que estructuran la película. Podremos reconocer los rostros de Virginia Madsen, Eric Stoltz, Cara Delevingne, Amber Heard o Ashley Benson, entre otras.

Pese a la sensación de caos y amenaza que recorre el abrasivo arranque del filme, con la cámara en constante movimiento y un chamán que parece salido de una extraña película de terror, la arquitectura de Her Smell, aun siendo sencilla, está claramente marcada. Aunque no seremos plenamente conscientes de ello hasta bien avanzada la película. Ross Perry privilegia el uso de la elipsis: podríamos decir que, cuando empieza Her Smell, en realidad prácticamente todo ha sucedido ya. Lo que queda son las ruinas, el remanente de vidas que pudieron ser, que se quisieron de otra manera o, yéndonos a lo concreto, el deseo obsesivo y alienante de Becky de escapar de una realidad con la que nunca ha estado conforme. De ahí que su vida no sea otra cosa que una representación, tan insuficiente para ella como fascinante para quienes la idolatran: ahí queda ese fugaz, hermoso plano en el que cazamos a Becky en un breve momento de introspección, rasgando la guitarra y tarareando algo, a través de los ojos y el suspiro de admiración de una de las integrantes de la banda emergente que viene a ocupar su lugar al estudio, que la mira a través del cristal.

Lo que veremos en la película, pues, serán intervalos de tiempo muy localizados. Estos bloques se intercalan con breves filmaciones en formato cuadrado, de aspecto doméstico, que nos retrotraen a un pasado todavía aparentemente feliz. Si una sensación transmite Her Smell, además de la fascinación por el gesto ingobernable de Moss, es que lo importante está en los intersticios. En los periodos de tiempo que no vemos. Y no solo ahí: son constantes, en las letras de las canciones que oímos a lo largo de la película, las referencias a la muerte o a la idea del otro lugar, allí donde se nos restituirá el equilibrio perdido. Toda la película tiene lugar en interiores, con un claustrofóbico backstage adueñándose de buena parte del metraje, y la idea del exterior como un lugar que le está vedado a Becky, que transita un largo purgatorio, está siempre presente.

El aspecto más problemático de Her Smell tiene que ver con un cierto moralismo que Ross Perry abraza sin titubeos en el último acto del filme: si bien por un lado hay algo catártico, estruendoso, en la negativa del personaje de Moss a complacer o a tratar bien a aquellos que la rodean (y al espectador), a veces parece que estemos asistiendo a la progresiva descripción de un cuadro clínico de lo que ocurre cuando abusas de las drogas, ¡encima siendo madre! Con todo, ese último tramo tiene también una escena poderosa, que vuelve a acercar Her Smell a las texturas de lo onírico: en una habitación en penumbra, los rostros velados por la ausencia de luz, Becky reúne a las compañeras de la trinchera musical que siguen junto a ella tras el tormentoso viaje y las conmina a llevar a cabo una especie de conjuro mediante el cual se reafirman en ser quienes son y no lo que los demás esperan o proyectan en ellas.

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