[Crónica Sitges 2011] Entre vampiros y sueños

Los hijos pródigos siempre regresan. Una, dos, tres, cuatro... las veces que sean necesarias. Y si Sitges tiene uno éste es sin duda Jaume Balagueró. Los sin nobre, Darkness, Frágiles, las dos partes de REC y ahora Mientras duermes, que se presentó ayer en Panorama, una de las innumerables y atiborradísimas secciones del festival. Ahórrense el chiste fácil que ya he escuchado tres o cuatro veces: no es ningún remake de la peli de Sandra Bullock y Bill Pullman, sino un nuevo chapuzón en los demonios, obsesiones y psicopatías que habitan en nuestro interior. El portero de un piso del Ensanche barcelonés (Luis Tosar) está obsesionado con una de las vecinas (Marta Etura) y la visita furtivamente cada noche. Su grado de locura aumentará en progresión geométrica conforme la chica va descubriendo el pastel que esconde este ser en apariencia encantador. Balagueró, superdotado para dar forma a relatos de apabullante fuerza visual, sigue instalado en una excelencia formal sin parangón pero me temo que en esta ocasión se ha dejado llevar esta vez por un guión francamente flojo, tocado en su línea de flotación por un porrón de inverosímiles incongruencias –esos policías inoperantes, el cúmulo de casualidades que mantienen la impunidad del psicópata- imposibles de pasar por alto para un espectador medianamente exigente. Eso sí, apuesto a que Mientras duermes será miel para la taquilla, cosa que celebraré con un aplauso atronador, como ahora aplaudo el intachable trabajo de Tosar –imperial- y Etura, dos actores superlativos que vuelven una vez más a estar de premio.

Si Balagueró es un fijo de Sitges, otra tradición regresó también ayer por cuatro año consecutivo: el evento fan de la saga Crepúsculo. La presentación primicia del tráiler en español de la primera parte de Amanecer, penúltima entrega de la saga, congregó en Sitges a la ya tradicional horda de púbers con las hormonas en plena efervescencia para ver de cerca en esta ocasión a la guionista Melissa Rosenberg y al ultra secundario Booboo Stewart. Me extrañó comprobar que a la entrada del auditorio se agolpaba bastante menos gente que en años anteriores y que no abundaban los chillidos histéricos de las fans. ¿Habrá cambiado algo?, me pregunté. Espero que sí, inmediatamente deseé que las inaguantables entregas anteriores hayan trocado esta vez en algo mínimamente interesante para alguien cuyas feromonas no beben los vientos por vampiros atontados con la cara enharinada. Pero bueno, esto no lo sabremos hasta el mes que viene, cuando se estrene la peli de Bill Condon. De momento, damos cuenta del sosias de Jaime Bores que presentó el acto y de la estelar pregunta formulada por una de las asistentes al tal Booboo: “¿Por qué estás tan bueno?” “Porque me pongo muchas chaquetas diferentes” (¿?). Claro que lo mejor llegó al final. Otra muchacha le pidió al chico que demostrara su habilidad con las artes marciales –no estaba preparado, no ¡qué va!- y el tío va y nos suelta una patada de capoeira que ni el Cordobés dando el salto de la rana en sus mejores tiempos.

Mira que amo Los Goonies, mira que amo los años 80, pero entre todos están consiguiendo que los aburra. Esta fiebre revisionista emprendida por los que ahora descubren las virtudes de John Hughes, Spielberg, Zemeckis y compañía empieza a asquearme. El zénit llegó recientemente con Super 8, peliculilla de monstruitos para toda la familia más hinchada que un globo. Bueno, pues pronto nos llegará Attack the Block, de Joe Cornish, especie de remedo de Gremlins, calificada por su propio director como un cruce entre 8 millas y Súper 8, que nos propone una aventura a ratos trepidante y a ratos bostezante sobre el eterno grupo de adolescentes granujillas –¡basta ya!- que se enfrentan a unos alienígenas ciegos tirando a asquerosos. Nada del otro jueves pero simpática al fin y al cabo.