'La escuela del Bien y del Mal': la fantasía juvenil de Paul Feig en Netflix está mejor de lo esperado

El reparto principal de 'La escuela del Bien y del Mal'
El reparto principal de 'La escuela del Bien y del Mal'
(Netflix)
El reparto principal de 'La escuela del Bien y del Mal'

La combinación de fantasía juvenil + Netflix plasmada en La escuela del Bien y del Mal generaba a priori recelo. La cierta irregularidad que aparece en la carrera cinematográfica de Paul Feig, con su lado interesante (La boda de mi mejor amiga, Espías, Un pequeño favor) y otro menos favorable (Cuerpos especiales y, sí, Cazafantasmas), no ayudaba a mitigar la desconfianza, y tampoco sus dos horas y media de duración. Sin embargo, la película, dentro de su perfil adolescente, resulta más aceptable y vistosa de lo esperado.

El debut de Feig en la temática constituye la adaptación de la primera de las novelas de la saga literaria de Soman Chainani, movimiento con el que la plataforma lógicamente ambiciona construir una franquicia. Describe una institución mágica (los ecos de Hogwarts asoman) en la que preparan a los futuros héroes y villanos de los cuentos de hadas, formación concebida para mantener el equilibrio entre fuerzas. Esta curiosa realidad se muestra desde las circunstancias de dos amigas inseparables recién llegadas, por sorpresa una en cada casa.

El filme se adscribe al pasatiempo juvenil de consumo rápido, y es lo que es en ese sentido, si bien funciona y entretiene sin que las deficiencias en las que suelen caer este tipo de tratamientos sean especialmente invasivos si el espectador no pertenece a su público objetivo. Su componente de acierto reposa en las actuaciones de Sophia Anne Caruso y de Sofia Wylie, su vínculo y los retratos que encarnan, así como en el tono ligero (con la mirada posmoderna contenida) y en los apuntes de humor y de ironía introducidos por Feig.

Respecto al reparto, el gran reclamo de La escuela del Bien y del Mal está en la presencia de Charlize Theron interpretando a la decana de los Nunca cual institutriz malvada, rol al que le otorga un toque de lúdica impostura. Al final tiene una participación menor de la deseada. En el rango secundario la acompañan Kerry Washington (la decana de los héroes), Laurence Fishburne (el director de la escuela), Michelle Yeoh (en un pequeño papel) y, en la versión original, Cate Blanchett ejerciendo de narradora.

En lo formal y en términos de producción la propuesta es muy Netflix y bajo lo vistoso se detecta lo postizo. Los efectos digitales cumplen en líneas generales (sin estar demasiado pulidos van acordes al perfil) a la vez que da la sensación de que envejecerán mal. Asimismo, convencen el maquillaje y las prótesis lucidos después (el rostro de la conversión en bruja).

Sophia Anne Caruso, una de las protagonistas de 'La escuela del Bien y del Mal'
Sophia Anne Caruso, una de las protagonistas de 'La escuela del Bien y del Mal'
(Netflix)

La amistad entre Sophie y Agatha, el eje narrativo, se define por la cuestión de que ambas se sienten bichos raros, primero en el pueblo en el que crecen y luego en la escuela. En dicho ambiente se enfatiza ese sentimiento porque no encajan donde las llevan: Sophie, que fantaseaba con hacer grandes cosas y ser una princesa, entra en la casa de villanos, y Agatha, a la que siempre habían visto como una bruja, a la de los Siempre, los buenos.

En la exposición intervienen el descubrimiento, la evolución y la transformación, proceso del que llama la atención que Agatha supedita su situación a ayudar a su amiga y demostrar que se han equivocado y pertenece a los Siempre. Lo relativo a Sophie, que no exhibe rasgos de villanía, se expone determinado por el hecho de que un antiguo mal tiene planes para ella.

El tema central de la amistad y la diferencia se conjuga con elementos de cauce juvenil como las reglas que no convencen, el factor romántico (los roces de Agatha con el apuesto, valiente y egocéntrico hijo del rey Arturo, la esperanza de Sophie de conseguir del citado príncipe un beso de amor verdadero que la libere) y el apunte discursivo acerca de que en la vida no todo es un blanco o negro.

Lo adolescente se remarca en el ‘petardeo’ canalizado en el tratamiento paródico detrás de las princesas pijas y repelentes y en algunos perfiles secundarios, además de por supuesto en las buscadas reminiscencias de las situaciones de instituto (las tensiones y rivalidades en las clases). El detalle de que la secuencia de acción clave transcurra envuelta en una versión de Toxic, la canción de Britney Spears, simboliza este lado del tratamiento.

La resolución reviste su sugerente subtexto por lo que subyace entonces bajo el vínculo entre las protagonistas y por las decisiones que toman. El aspecto, natural en estos tiempos, no se verbaliza pero resulta patente, late en las escenas y le da un significado extra al detalle ambiental final alusivo a la diferencia.

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