Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)

El cine nos ha demostrado que en las bodas se llora, pero también se ríe, incluso si las cosas se ponen feas pueden convertirse en un baño de sangre...
Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)
Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)
Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)

Dice un chiste muy viejo que quienes quieren trabajar en el cine suelen acabar fichando por la BBC. Que no son las siglas de la TV pública británica, claro, sino las de "Bodas, Bautizos y Comuniones". Paco Plaza se ha afiliado voluntario a este respetable gremio para [REC] 3: Génesis, la tercera y penúltima entrega de una saga que comenzó en una escalera de vecinos de Barcelona y cuyos zombis toman ahora por asalto la finca donde Diego Martín y Leticia Dolera celebran su enlace. Puestos a tener una boda de cine, a nosotros no nos importaría compartirla con una horda de poseídos por la Niña Medeiros y una novia con motosierra: hay otro tipo de enlaces, más normales en apariencia, que nos causan el mismo pasmo o más. Prepara el arroz, y ojo: si pescas el ramo, lo mismo te arrepientes...

El Padrino (1974)

Los contrayentes: Constanza 'Connie' Corleone (Talia Shire), jovencita de famiglia dudosa, y Carlo Rizzi (Gianni Russo), macarra maltratador de lealtad cuestionable.

La celebración: Concurridísima. 700 extras, nada menos, fueron empleados por Francis Ford Coppola para este enlace monumental: ¿tendría algo que ver el que el director fuese el hermano de la novia? El caso es que, los invitados se lo pasan pipa bebiendo vinos, cantando tarantelle guarrindongas y oyendo cantar a Johnny Fontane, el suegro Marlon Brando atiende sus cose d'affare en el despacho, y un Al Pacino uniformado pone cara de cirio junto a Diane Keaton. La celebración parece jubilosa, pero cuando Connie y su padre bailan el vals inaugural, todos pensamos que se masca la tragedia... Y llevamos razón.

Los contrayentes: Justine (Kirsten Dunst) y Michael (Alexander Skarsgard), dos tortolitos que no saben lo que se les viene encima.

La celebración: Trágica. Para empezar, la novia padece de una profunda depresión y no soporta lo feliz que parece su hermana Charlotte Gainsbourg, a la cual (además) pertenece la finca donde se celebra el convite. Para seguir, papá John Hurt agarra una cogorza de campeonato, y mamá Charlotte Rampling está amargada por la perspectiva de que se case su otra hija. En general, todo provoca una mezcla de compasión y vergüenza ajena como de película de Lars Von Trier. Sólo faltaba que se acabase el mundo...

Kill Bill (2003-2004)

Los contrayentes: Una chica misteriosa (y embarazadísima) con la cara de Uma Thurman, y el honrado dueño de una tienda de discos (Chris Nelson).

La celebración: Interrumpida. Y por las bravas, además: de hecho, el enlace no pasa de los ensayos, ya que el Escuadrón Asesino Víbora Letal se toma muy a pecho lo de "Si alguien tiene que decir algo en contra...".  Por si los spoilers, no queremos dar muchos detalles más, pero ya lo decía David Carradine: "Romperle el corazón a un cabronazo asesino tiene consecuencias graves".

Cuatro bodas y un funeral (1994)

Los contrayentes: David Haig y Sophie Thompson hacen bueno lo de "de una boda sale otra boda": se conocieron en el primer enlace de los cuatro que titulan esta película, y ellos son la pareja casadera del segundo.

La celebración: Sacerdotal. Mientras Hugh Grant y Andie McDowell se buscan sin encontrarse, y antes de que Kristin Scott Thomas se lamente porque a ella nunca le cae el ramo, el pastor anglicano (y primerizo) Rowan Atkinson oficia una ceremonia para el recuerdo, principalmente por ciertos problemillas para aprenderse las fórmulas de la liturgia.

El graduado (1967)

Los contrayentes: Elaine (Katharine Ross), novia con el corazón roto por su madre Anne Bancroft y Dustin Hoffman, y Carl (Brian Avery), universitario complacido por llevarse a semejante pibón al altar... O eso cree él.

La celebración: Tumultuosa. Todos conocemos alguna boda accidentada, pero eso de que el ex de ella aporrée a gritos los cristales de la iglesia mientras grita aquello de "¡Elaaaaine!" sólo ocurre en las películas de Mike Nichols. Por si fuera poco, la prometida corresponde fugándose con el vestido puesto, un poco como Julia Roberts en Novia a la fuga, pero sólo una vez y a los sones de Simon & Garfunkel. Alabamos el espíritu comprensivo de la chica: hace falta valor para desdeñar a un licenciado por Berkeley a favor del pavisoso que se pinchaba a su progenitora.

La boda de mi mejor amigo (1997)

Los contrayentes: Kimberly (Cameron Diaz), una de esas chicas que de puro buenas parecen tontas, y el sufrido periodista deportivo Michael (Dermot Mulroney).

La celebración: Conflictiva, y desde mucho antes del "sí, quiero". Porque el incauto Mulroney hizo un pacto de soltería con su amiga Julianne (Julia Roberts), y justo cuando ella se frotaba las manos pensando en que se cumplía el plazo, y que le tenía en el bote, va él y encuentra el amor en la hija de un millonario. Durante los 105 minutos de este filme de P. J. Hogan, la actriz de los dientes relucientes nos deslumbra con ese registro de perra venenosa que ha rescatado para Blancanieves (Mirror, Mirror), tratando de sabotear por todos los medios la felicidad de la pareja.

El padre de la novia (1950)

Los contrayentes: Elizabeth Taylor, el ojito derecho de papá Spencer Tracy, y Don Taylor, niño pijo de familia linajuda.

La celebración: Planificada, y de qué manera. No podía ser menos, porque además de la natural crisis pitopáusica debida al hecho de que su niña sube al altar, el infortunado suegro tiene que ponerse a la altura de unos consuegros con el riñón forrado. Que si un convite para 250 invitados, que si una cogorza de campeonato en casa de los padres de él, que si una secuela (El padre es abuelo, 1951), que si sendos remakes con Steve Martin como protagonista... Lo dicho: un sinvivir.

El cazador (1978)

Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)

Los contrayentes: John Savage y Rutanya Alda, estadounidenses de ascendencia rusa. ¿No te suenan sus nombres? Normal: los testigos Robert De Niro y Christopher Walken y la dama de honor Meryl Streep les eclipsan por completo.

La celebración: Prebélica, porque el novio y sus amigos están a punto de irse a Vietnam a pegar tiros, y tan perfeccionista como sólo puede serlo una boda organizada por Michael Cimino. El director, además de ambientar la escena en una auténtica catedral ortodoxa, exigió contar con un pope de verdad para oficiar el rito y, no contento con ello, se comió más de la mitad del presupuesto de la película. Con sus casi 50 minutos de duración, la ceremonia y el convite fascinaron al público, pero presagiaron el futuro castañazo de La puerta del cielo.

La princesa prometida (1987)

Arroz, tarta y ramo: 10 bodas de cine (sin zombies)

Los contrayentes: La bella Buttercup (Robin Wright) y el maligno príncipe Humperdink (Chris Sarandon). Nos tememos que sólo él disfruta del evento, y eso que parece algo apurado...

La celebración: Apresurada. Por si fuese poco por la amenaza que suponen el pirata Roberts (Cary Elwes, con nombre supuesto) y sus secuaces, el obispo que oficia la ceremonia (Peter Cook) padece de, digamos, un defectillo de pronunciación. Comprendemos que, cansado de tanto oír la palabra "matdimonio", el novio decida abreviar el ritual de forma drástica, llevándose a la chica a su habitación para consumar el acto... Si le dejan.

Mi gran boda griega (2002)

Los contrayentes: Toula (Nia Vardalos), chica heleno-estadounidense muy acomplejada, e Ian (John Corbett), macizo de pura sangre anglosajona y protestante.

La celebración: Multicultural, y muy rentable. Pequeños detalles como las anécdotas de la tía Voula y su tumor con gemela dentro convirtieron esta película en todo un sleeper, que acabó coronándose como una de las más taquilleras del año en EE UU pese a no haber llegado al número 1 de los rankings. Eso sí: la secuela en forma de serie, protagonizada también por Vardalos y titulada My Big Fat Greek Life, sólo aguantó siete episodios en antena.

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