CINEMANÍA nº 322

El dios del trueno y su martillo protagonizan el último número de CINEMANÍA
El dios del trueno y su martillo protagonizan el último número de CINEMANÍA
Cinemanía
El dios del trueno y su martillo protagonizan el último número de CINEMANÍA

1 THOR. Una plaga en el momento justo, un arbusto ardiendo, unas nubes que anuncian descarga, un crepúsculo niquelado, una constelación parlanchina, algún que otro orondo barbudo en toga… Hasta que en un día de tormenta en el colegio nos pusieron Los dioses deben estar locos, aquella exitosísima película sudafricana, una extraña apuesta sobre el choque de civilizaciones en África, con un punto anticapitalista que les parecía el summum contestatario a los profes progres de colegio religioso (aunque le faltase el ‘de’ al deber de suposición), los dioses lo único que hacían era meternos miedo sin remordimientos. 

Un miedo antediluviano, medieval, pre Concilio Vaticano II, en el que ninguna deidad se preocupaba de caerle bien a nadie, aunque de vez en cuando, para compensar tanta maldad en el mundo, enviaban a algún buenazo en su nombre, un Clarence en busca de sus alas, un San Valentín tirando flechas por la Gran Vía de Madrid...

Aquellos dioses de una pieza no parecen hoy de recibo. Y más después de que la revista Charlie Hebdo (olé sus narices) publicase caricaturas de Mahoma y padeciese la absurda ira del terrorismo integrista. Mucho ha cambiado la iconografía de los panteones, a la par que nuestra perspectiva sobre ellos. Porque, hartos de tanto poder sin control, de tanta agresividad patriarcal, son las debilidades las que nos podrían acercar a los dioses. 

Por eso, como previó Scorsese en La última tentación de Cristo, Jesús de Nazaret y sus dudas (“Padre, ¿por qué me has abandonado?”) nos pillan mucho más a mano que el Yavhé todopoderoso con sed de venganza. Si nos gusta tanto Thor, que comenzó en esto del universo marvelita como un cachitas hueco, es por su barriguita cervecera. Que se le caiga el martillo de vez en cuando hace que nos interese mucho ver cuándo vuelve a levantarlo

2 JANE. Suena el solo de guitarra de Guns N’ Roses en Sweet Child of Mine, temazo de finales de los 80 con vigencia noventera que marca el nuevo giro de este dios asgardiano, de un aire nórdico recargado rollo art déco que huye del minimalismo de la dictablanda del planeta Ikea. El desasosiego vital del personaje de Chris Hemsworth, ese dejarse llevar por los snacks, sus debilidades en primer plano, y su vis cómica de galán de screwball comedy han hecho grande al primer (¿y único?) superhéroe de Marvel con 4 películas en solitario. 

Taika Waititi, el hombre que encumbró al dios asgardiano de Chris Hemsworth con un corte de pelo y mucha guasa, quiere hacer ahora lo propio con su ex, Jane Foster (Natalie Portman), que se transformará en diosa del trueno. Se les suman [redoble de tambor] Tessa Thompson reinando como Valkiria; los guardianes Chris Pratt, Karen Gillan y Dave Bautista; Christian ‘ex-Batman’ Bale como villano y hasta Matt Damon, que tuvo un cameo en 'Thor: Ragnarok'.
Taika Waititi, el hombre que encumbró al dios asgardiano de Chris Hemsworth con un corte de pelo y mucha guasa, quiere hacer ahora lo propio con su ex, Jane Foster (Natalie Portman), que se transformará en diosa del trueno. Se les suman [redoble de tambor] Tessa Thompson reinando como Valkiria; los guardianes Chris Pratt, Karen Gillan y Dave Bautista; Christian ‘ex-Batman’ Bale como villano y hasta Matt Damon, que tuvo un cameo en 'Thor: Ragnarok'.
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Pero Thor, además de trueno (y martillo) es amor: el regreso de Taika Waititi a la franquicia ha ayudado a que Natalie Portman, que desapareció abruptamente tras Thor: El mundo oscuro y un quítame allá esas diferencias con Kevin Feige, traiga a Jane Foster de vuelta con mando en plaza. El poderío de este regreso, con la pericia en el manejo del Mjölnir de Jane, hace que Thor, siempre martillo, sea cada vez más yunque. 

La nueva diosa del cine de superhéroes, convertida Portman en Mighty Thor, incrementa perfil humano de estos titanes: Jane es capaz de levantar el martillo de Thor, pero padece un cáncer que la consume. Sus nuevos superpoderes no le ayudan, sino que debilitan también el tratamiento contra la enfermedad. Que la película incorpore esta lucha humana, cuyas consecuencias comparten tantos millones de personas en el mundo vuelve a acercarnos a estos dioses modernos, marcados por las flaquezas y las inseguridades tanto como por su fuerza. Thor y Jane, Jane y Thor. Martillos serán, mas martillos enamorados.

3 Ingmar. Es alegría de cinemaníacos encontrar estas conexiones cinematográficas de dioses por doquier. Además de la mitología marvelita, que junto a la casta escandinava de Odín, rescata esta vez a Zeus con un desatado Russell Crowe, el factor nórdico vuelve a subir al cielo de las películas. Dios del cine universal, Ingmar Bergman reaparece desde la isla de Fårö por la gracia y el talento de Mia Hansen-Løve, que se traslada en cuerpo y alma a territorio bergmaniano en La isla de Bergman en plena crisis del cine como conocimos. 

El cineasta sueco, cuya relación con el Dios cristiano marcó su enjundiosa filmografía, trajo la religión, que no es sino nuestra relación con los dioses, a sus películas desde un agnosticismo militante, en un camino que había comenzado Dreyer, devoto con dudas. El Dios del místico Bergman, cineasta obsesionado con hallar respuestas que sabe que no va a encontrar, nos plantea una tormentosa reflexión moral que es sin embargo una de los más bellos impulsos estéticos e intelectuales al cine. Y si el cine le pudo ganar a Dios antes, ¿por qué no podría volver hacerlo en el futuro? 

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