CINEMANÍA nº 321

Ewan McGregor y 'Obi-Wan Kenobi', protagonistas del mes
Ewan McGregor y 'Obi-Wan Kenobi', protagonistas del mes
Cinemanía
Ewan McGregor y 'Obi-Wan Kenobi', protagonistas del mes

1 ‘BIG AL’. “Bendita sea Star Wars”. Tardó en comprenderlo: aquellas frases sueltas del guion le parecían banales, infantiles, igual que esos chicos y chicas, jovenzuelos advenedizos, que eran unos pesados arrogantes (“Qué lánguido es este Tennyson, o Ellison –sic–, Ford”) que no paraban de hacerle preguntas sobre sus películas con David Lean (“me hacen sentir que tengo 90 años y me tratan como si tuviera 106”). 

Un día estalló y, en un gesto displicente, le soltó 20 libras esterlinas a Mark Hamill para que se fuese a comprar algo. Porque no tenía espárragos para freír a mano. Fue después de que el rubiales le preguntase si debían llamarle Sir Alec. “Oh, no, por favor, no es necesario”, contestó con un punto de falsa modestia. “Entonces te llamaremos ‘Big Al’, maestro”, le vaciló el imberbe Skywalker.

Solo el director le inspiraba cierta confianza, ese tal “Paul (sic) Lucas que dirigió American Graffiti” era la auténtica razón de su interés, junto con la pasta, naturalmente, por esta maquinaria estelar estilizada, pero con corazón de soap opera: “La ciencia-ficción me tira para atrás, pero este director me hace sentir que debería rodarla”. El vestuario, los decorados y el guion, sin embargo, le desconcertaban. Menos mal que rodaban en Elstree, no muy lejos de su casa de Londres. Pero acabó pasando por el aro de la Fuerza, y hasta del peluquín que le ajustaron bajo la capucha de caballero Jedi. Sin él nada habría sido igual. El galáctico era Alec Guinness.

2 Plus. Sir Alec Guinness empezó con incredulidad, continuó con pereza aunque sin abandonar su proverbial profesionalidad y terminó con un plus del 0,25% más del porcentaje de royalties de taquilla que le tocaban al director (el 20% del total del filme era para Lucas), que se añadió al 2% convenido para ficharle. Ese incremento repentino fue el premio final por reescribir las líneas que le pasaban en unos trozos de papel rosa con los cambios en su personaje. 

Alec Guinnes (izquierda) en 'El quinteto de la muerte', una de las películas más representativas del estudio Ealing
Alec Guinnes (izquierda) en 'El quinteto de la muerte', una de las películas más representativas del estudio Ealing
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O tal vez solo fue un ardid para ganarse al icono: Guinness fue el parapeto de George Lucas, siempre embarcado entre lo clásico y lo moderno, con las películas de samuráis metidas en la cabeza: había pensado en Toshirô Mifune como adiestrador galáctico de Luke Skywalker, pero acabó seducido por el toque británico de impronta shakesperiana, aunque siempre le vimos más dickensiano. Chestertoniano incluso, tras sus comedias de la Ealing.

Fue la única nominación interpretativa –de reparto– para la película (de las cinco nominadas a mejor filme, solo La guerra de las galaxias no tenía actores principales candidatos), y Guinness, que llevaba 20 años sin nominación y que había ganado el Oscar por El puente sobre el río Kwai en 1957, encontró un seguro de vida (los ingresos por los derechos de Star Wars eran 10 veces más que el resto de sus películas juntas) y un retorno a Hollywood, que acabó rindiéndose a su flema un par de años después, en 1979 con un Oscar honorífico que no ganó ni el mismísimo Hitchcock. Obi-Wan Kenobi, nexo entre tradición y modernidad.

3 contra Vader. Ewan McGregor retomó su personaje en la denostada trilogía de principios de siglo, hoy reivindicada, y Obi-Wan Kenobi ha vuelto a ser, con su nuevo retorno, la unión entre pasado y futuro. Solo un estreno de Star Wars, El ataque de los clones, coincidió con año de Mundial de fútbol, en 2002, y esa era justo la película que tiene una escena rodada en España, entre Padmé y Anakin, en la Plaza de España de Sevilla, un empeño personal de Lucas para dos minutos. 

Llega Obi-Wan Kenobi a falta de Copa del Mundo en junio (este año será en noviembre, ¡abajo Qatar!) en un mes luminoso, perfecto para fijarnos en las localizaciones de cine en nuestro país y reconocer el trabajo extraordinario de las Film Offices de este plató inagotable que llamamos España. Es cierto que Lucas prefirió llevarse Tatooine a Túnez en los 70, pero las superproducciones, hoy vinculadas a las series, ahora vienen a rodar a España, igual que vino Alec Guinness en 1965 a rodar su villano soviético, Yevgraf, en Doctor Zhivago, todavía con pelo.

El peluquín no engaña. Ya lo había dicho Sir Alec en su duelo con Darth Vader, al que seguimos enganchados (contra él vivimos mejor) en este eterno retorno en que se ha convertido la comunión entre cine y series que representa el universo Star Wars. Mientras, esperamos que la saga emprenda el camino inverso y que los Jedi vuelvan al cine. “Si me derribas, volveré con más fuerza de la que puedas imaginar”. A fe nuestra (y de Disney) que sí.

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