CINEMANÍA nº304

Wonder Woman 1984
Cinemanía nº304
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Cinemanía
Cinemanía nº304

1 1921. El silencio le agobiaba. Pensaba que era siempre por culpa suya. De ahí su afición por la verborrea. En persona y en sus películas. Hablar por no callar, rasgo de una timidez mal entendida, disfrazada de ruido y gente a porrillo metida magistralmente en cuadro. Y, sin embargo, cuando Luis García Berlanga nació en Valencia, todo el cine era mudo, únicamente roto por la música en directo del piano o los lectores de intertítulos. Aquel 1921, tercer año de paz mundial, con los remordimientos de posguerra a punto de cuajar en la huida hacia adelante de los locos años 20, y entre obras cumbre del cine como El chico de Chaplin y El chivo de Buster Keaton, dos genios a una letra de distancia, o como La muerte cansada de Fritz Lang y El gato montés de Lubitsch, sin embargo, la película más taquillera en todo el mundo fue Los cuatro jinetes del apocalipsis, melodramón de armas deponer que hizo las delicias de un público que solo quería lamerse las heridas de la I Guerra Mundial. Dirigido por Rex Ingram, cineasta de éxito, muy del gusto del momento, que hacía menos caso a su talento que a los capos de los estudios (“Lo que yo hago en dos años de trabajo, me lo corta en dos semanas alguien que en su cabeza solo tiene un sombrero”, dijo de él Erich von Stroheim cuando Ingram cerró el montaje final de Avaricia), el filme que destapó el mito de Rodolfo Valentino y cinceló la mística argentina del tango tenía su origen en una novela (la más vendida en 1919 en EE UU, más de 200.000 copias) del también valencianísimo Vicente Blasco Ibáñez, novelista y novelesco personaje él mismo, la personificación del ruido en los tiempos del cine silente. En 1997, cuando ya ultimaba su adiós al cine en París-Tombuctú (“Tengo miedo”, exclamó, aunque en voz baja), Berlanga firmó para TVE la serie Blasco Ibáñez, con Ramón Langa de protagonista. Y de nuevo rompió el silencio: “La serie ha sido más rentable para la resurrección de Blasco Ibáñez de lo que han hecho los valencianos en 20 años”.

2 1984. Indiana Jones y el templo maldito, Cazafantasmas, Karate Kid, Top Secret, Superdetective en Hollywood, Érase una vez en América… Mientras un cinemaníaco de 10 años pasaba la vida en los cines y Berlanga rodaba en Sos del Rey Católico La vaquilla, Lynda Carter se casó con Robert Altman. La dama que interpretó a Wonder Woman en la serie La mujer maravilla iba a ser la playmate de la secuencia del espectáculo para los soldados en Apocalypse Now, pero la ruina mítica de aquel rodaje desbarató sus escenas. No tuvo suerte en el cine, pero quedó su impronta: igual que aquellas películas de 1984 inocularon el amor al cine a tantas personas, Carter, como Cathy Lee Crosby en el telefilme de 1974, e incluso Adrianne Palicki en 2011, con el feminum de sus brazaletes, legaron su fuerza a Gal Gadot y Patty Jenkins para quebrar el vacío atronador de estos meses de pandemia. Ojalá el retorno de Wonder Woman a 1984, con antídoto orwelliano, sea una vacuna para el cine.

3 2020. Va por todo lo que hemos perdido. Va por Elena, por nuestros seres queridos, por los cines cerrados y las películas en el limbo. Se acerca el día en que miraremos atrás para coger impulso. Sin perder la esperanza de reencontrarnos con el despliegue completo de los estrenos de los viernes (esa referencia vital malograda: nos quedamos sin guía semanal, sin hito de ilusión en nuestro camino), con la libertad ilimitada de escoger película en un cine, con los proyectos que seguirán llegando para estrenarse en una sala oscura que de repente se llena de luz.

Luz. De repente. Dos años antes de morir en 2010, Berlanga depositó en la caja 1.034 de los sótanos de la sede del Instituto Cervantes en Madrid (en el edificio del Banco Central, como diciendo) un sobre lacrado con la condición de que no sería abierto antes del centenario de su nacimiento, el 12 de junio de 2021. “Un guion o un mensaje demoledor para la humanidad”, dijo entonces su hijo Jorge. El mensaje demoledor lo hemos recibido este tiempo de coronavirus, cada uno a su manera, entre la pérdida y el confinamiento, así que todo apunta a que en ese paquete hay un guion inédito del hombre que acaba de estrenar un adjetivo en el diccionario de la RAE que resume lúcidamente este país. Ruidoso, embarullado, divertido, encabronado, genial. Feliz 2021 berlanguiano. Y próspero cine nuevo. 

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