Samba

¿Es difícil parir buen cine popular? Intuyo que bastante. No hablo del mainstream más descarado, lo palomitero a ultranza, sino ese cine de consumo más o menos masivo, necesitado de caer en gracia para funcionar en taquilla, percutido por un intangible de gracia comercial. Vamos, lo que elevó Intocable a los altares de la popularidad mundial. Nakache y Toledano reinciden en el registro tragicómico de aquélla, para alumbrar ahora esta Samba de digestión igualmente agradable e influjos de la misma sabia biempensante. Repite como protagonista el carismático Omar Sy y le acompaña una Charlotte Gainsbourg especializada en dignificar con su sola presencia cualquier nimiedad. Permítaseme el sustantivo a modo de licencia. No es exactamente una nimiedad ya que sus dos autores son sabios artesanos y le inyectan toda la habilidad narrativa y discursiva de los productos fabricados con las óptimas garantías de conservación y consumo. Sí, el símil gastronómico se antoja pertinente. Samba es prácticamente una madalena, rebozada con buen azúcar, el bizcocho en su esponjoso óptimo y con corazón de mermelada frutal. Una delicia para el desayuno dominical.

La mirada sobre la cuestión racial y de la inmigración es superficial en el punto justo. Ni aporta nada especial ni tampoco enfada a quien desee mayor profundidad. Para que nos entendamos, Samba no existe con este propósito. Es justo lo que los fans de Intocable esperan. No creo que nadie pueda sentirse engañado.