Los Boxtrolls

El estudio Laika nos ha acostumbrado tan rematadamente mal, firmando obra maestra (Los mundos de Coraline, 2009) tras obra maestra (El alucinante mundo de Norman, 2012), que corremos el riesgo de no valorar en su justa medida un filme que, siendo menor, es superior a la media de la animación actual.

El filme lleva la marca de la casa: animación en stop motion y temática gótica timburtonesca. En esta ocasión, los antihéroes son unos trolls que, como diría Nicholas Ray, viven de noche: marginados por la sociedad, sobreviven rebuscando en la basura algo con lo que comer y, lo que es más importante para la estética del filme, con lo que ser creativos. Nada muy lejos de WALL•E, pues. En ese aspecto, acierta Kyle Smith cuando afirmaba que es un filme “anti-Pixar”, pero falla en su crítica. Ante una animación cinematográfica cada vez más estéticamente pulcra, Laika apuesta por la sordidez dickensiana y los escenarios de terror clásico de Universal. Son una excepción en el panorama fílmico, pero no en las industrias culturales: el aluvión de libros, videojuegos y series infantiles de estética neogótica demuestran que algo distinto a la dictadura Disney se está abriendo paso. Laika, es la punta del iceberg de un cambio inevitable. Los Boxtrolls no trasciende como sus antecesoras pero el diseño de personajes y algunas escenas, como la elipsis que marca la madurez del protagonista al ritmo del Quattro Sabatino, son de alta escuela.