Las cosas que decimos, las cosas que hacemos

"Ahora todos quieren ser escritores. Escribir no es difícil. Lo difícil es escribir algo interesante”, dice Máxime, un traductor con ambiciones literarias que quiere contar historias sobre sentimientos. La declaración de intenciones, interesante por sí misma, lo es más al ser esta película un precioso ejemplo de escritura, un relato de relatos.

Mouret, un cineasta versado en las historias de amor romántico, dibuja en Las cosas que decimos, las cosas que hacemos un fresco de personajes atravesados por el sentimiento predilecto de la humanidad. Conocemos a una alta ejecutiva que tiene su vida amorosa planeada hasta el fin de sus días, su hermana, que vuelve loco a Máxime, una montadora prendada de un director de documentales para el que trabaja, el casado enamoradizo que deja a su mujer, la abuela que no era fiel ni a sus amantes, la mujer que desea el deseo de su marido, la pareja que vive un romance tranquilo… 

El amor y el desamor en sus infinitas manifestaciones unen y separan a estos personajes en exposiciones, cafés y lujosos apartamentos parisinos, en bucólicos pueblos de la Provenza francesa que se recorren en bicicleta con cesta, en castillos medievales sin turistas, entornos tan exquisitos como la música que acompaña sus historias: Satie, Chopin, Haydn, Mozart, Puccini… Sus encuentros tienen mucho de Rohmer, por supuesto, y también de Woody Allen, incluido el documental sobre un filósofo que inmediatamente nos hace pensar en Delitos y faltas, del cineasta neoyorquino. Mouret incluye también citas más directas, como Francisco, juglar de Dios, de Rossellini, o La maravillosa aventura de Ernest Bliss, de Alfred Zeisler, que los personajes ven en el cine o en la televisión mientras intentan averiguar si desde la butaca de al lado el amor que sienten es o no correspondido.

Pero lo interesante de estas historias, y volvemos a la escritura, es que son meros relatos que nutren la de los protagonistas. Por un lado, tenemos a Máxime (Niels Schneider), el escritor frustrado que intenta concentrarse para escribir durante sus vacaciones. Su primo (siempre estimulante Vincent Macaigne) le ha invitado a su casa en el campo pero cuando llega a la estación le recoge la mujer de este, Daphné (Camélia Jordana), embarazada de tres meses. Mientras el primo está atrapado en París por trabajo, Máxime y Daphné recorren la Provenza francesa, visitan las atracciones turísticas, hablan de la escritura y se cuentan, y nos cuentan, las historias amorosas que les han traído hasta allí. Son personajes y también narradores, cronistas que relatan sus vidas abriendo paréntesis dentro de otros paréntesis, entremezclando sus recuerdos, amores frustrados, imposibles o colmados. Y poco a poco, claro, se enamoran el uno del otro.

Entonces Mouret deja las palabras a un lado y se centra en las miradas, los gestos, el claustro medieval que recorren los protagonistas, la música. Probablemente, sea el único momento de la película en el que no entra la palabra y eso diferencia su amor del resto. ¿Significa eso que dejarán sus vidas anteriores? ¿Qué la historia que nos han contado será su historia? ¿Que su amor es para siempre? Como bien explicaba Fabrizio de André en Le passanti, no tiene por qué.

FICHA TÉCNICA

Las cosas que decimos, las cosas que hacemos

• Director:

  Emmanuel Mouret

• Género:

  Romance

• País:

  Francia

• Sinopsis:

  Daphné es una mujer embarazada de tres meses que recibe la visita de un familiar, el primo de su pareja. A la espera del regreso de su pareja, Daphné y Maxime comienzan a conocerse a través de intercambiar sus experiencias personales.

• Guion: Emmanuel Mouret

• Reparto: Camélia Jordana, Niels Schneider, Vincent Macaigne

• Duración: 122 min.

• Veredicto: Gustará tanto a los cinéfilos como a los literatos.
  

• Distribuidora: La Aventura

• Estreno: 2/07/2021