OPINIÓN

Dos meses

Owen Wilson con un perro en 'Una pareja de tres'
Owen Wilson con un perro en 'Una pareja de tres'
Cinemanía
Owen Wilson con un perro en 'Una pareja de tres'

Me iré de aquí en dos meses y él se quedará. Tendrá unos 35 años, pero las marcas de expresión y la delgadez cadavérica de vete a saber qué visiones, qué miedos. Vive en el edificio marrón de los apartamentos diminutos, trabaja en tres sitios distintos, lleva un pantalón con una pernera roja y otra amarilla. Grita sus números de la suerte, dice que puede adivinar los signos del zodiaco de la gente que pasa por la calle.

Todas las mañanas, hagan diez grados sobre cero o bajo cero, se descalza, se mete bajo las ramas del pino del parque. Lucha con el árbol. ¿Baila? No lo sé. Si lo que hace es bailar, hay una gran violencia dentro de él, una fuerza o un dolor que se desanudan y se anudan con ese baile. Me iré de aquí en dos meses y él se quedará. 

Como parece que solo yo lo veo a diario –el ventanal de mi estudio apunta directamente a su casa, al parque, a su árbol– hay días en los que lo siento parte de mi mente, un visitante que aparece en mi escenario del intentar escribir cada día, consiguiéndolo solo a veces. Cuando hablo de él en conversaciones con amigos, siento que piensan que me lo estoy inventando. 

Yo también siento que me lo estoy inventando, incluso cuando lo veo delante de mí, a menos de doce grados, los pies desnudos sobre la nieve, las piernas separadas y levemente flexionadas, las palmas de las manos una contra otra, completamente quieto, mirando a una de las paredes de ladrillo marrón de su edificio. “Hey, how are you doin’?”, me dice a veces. Se arrodilla ante mi perra, deja que le dé lengüetazos en la boca.

Después se inclina hacia delante y hacia atrás, muy serio, como adorándola o rezando. “Your dog is a goddess”, me explica. Eso piensa, que mi perra es una diosa. Yo también lo pienso. Una amiga me dice que creía que me refería a un hombre que ella ve de vez en cuando en el parque, pero cuando se lo describo bien me dice que no es él. Ayer lo vi tumbado en el césped, llorando. Hoy no luchó con el pino, no bailó con él. Se acercó mucho al tronco. Pensé que iba a besarlo.

Le dijo algo. Susurró a la corteza. Me iré de aquí en dos meses y él se quedará. Deseo habérmelo inventado para poder continuarle la vida como sea. Para continuársela bien.

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