OPINIÓN

'Gracie'

El resplandor
El resplandor
Cinemanía
El resplandor

Pasea entre las caravanas del resto de actores con las manos en los bolsillos del peto, la mirada gacha, las dos trenzas, tan características de su personaje –seis temporadas sostenidas por el encanto de su balanceo, por su tono rojizo y los bucles rebeldes del flequillo– sujetas con dos coleteros rojos. Algún animal desconocido, ninguno que haya visto antes, le cabalga en el pecho, se le desploma en el pecho, se retuerce en otro animal muerto que hay también en su pecho. 

No le dejan morderse las uñas –cosas del contrato, igual que el color inalterable del pelo, igual que la estatura, que se ha ido alterando de forma inevitable– pero hoy se las muerde. Querría correr entre el pasillo de caravanas hasta perderse en el bosque, pero sabe lo que encontraría tras los árboles: otro plató, otro rodaje, quizás otra niña contrariada como ella misma lo está, deseando que alguien le explique lo que leyó en el guión tres días atrás.

“He hecho pis con sangre”, debe decir. Y luego romper a llorar –sticker mentolado aplicado en las ojeras mediante– con grandes lágrimas que rueden por sus pecas. Allí, entre las caravanas, mientras a lo lejos se escucha a alguien que ensaya otra escena, susurra las palabras y se le hiela la lengua. 

Según el guion, tras la frase, Susan Travis, la actriz que hace de su hermana mayor, debe abrazarla fuerte y decir: “Cariño, es normal. Les pasa a todas las niñas tarde o temprano”. Y entonces deben sentarse en el borde de la cama, mientras Susan le dice: “Te lo explicaré”. Ahí termina la escena. 

Frunce el ceño. ¿Les pasa a todas las niñas tarde o temprano? ¿Pis con sangre? Revisa de nuevo el libreto del guion. No hay más información, no se sabe qué es lo que Susan le explica. En la siguiente escena sale bailando feliz, con un vestido rosa.

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