Yago García Redactor 'Cinemanía'
OPINIÓN

‘Expediente X’: La verdad está aquí dentro

Mulder y Scully empuñaron sus linternas, y la ficción televisiva nunca volvió a ser lo mismo. 
Gillian Anderson y David Duchovny en 'Expediente X'.
Gillian Anderson y David Duchovny en 'Expediente X'.
Cinemanía
Gillian Anderson y David Duchovny en 'Expediente X'.

No todo van a ser novedades en esta vida: CINEMANÍA rescata los shows que hicieron historia de la TV con esta colección de artículos. Bienvenidos a nuestros Clásicos en serie.

Una concepción y un parto son siempre cosas difíciles. Y no digamos si, además, hay muchos gametos involucrados, como es el caso de Expediente X (disponible en Amazon Prime Video). 

En la génesis del serial de Chris Carter intervinieron factores tales como el recuerdo de programas clásicos (Los Vengadores, Kolchak, La dimensión desconocida…), la búsqueda de nuevas fórmulas televisivas tras el imperio ochentero de la sitcom y el giro en el imaginario colectivo provocado por el final de la Guerra Fría.

Derribado ya el Muro de Berlín, la humanidad precisó de nuevas razones para desvelarse por las noches. Una necesidad que, combinada con la revolución digital en proceso, lanzó a muchos en brazos de la ufología y otras teorías de la conspiración. 

A estos nuevos terrores les correspondieron nuevos héroes: la forense Dana Scully (Gillian Anderson) y el saco de neuras Fox Mulder (David Duchovny) formaron, linternas en ristre, un dúo de crédulo y escéptica capaz de poner de los nervios a un Iker Jiménez.

Gracias al carisma de sus héroes y un look muy cool, la popularidad de Expediente X superó en su día incluso al bombazo de Twin Peaks. Fue una de las primeras series en disponer de una web oficial, generó titulares a granel y cautivó por igual a estrellas del rock y a quienes nos la tragábamos en la Telecinco del Mississippi.

Una pena que su intento de crear una trama coherente no diese buen resultado, así como que los vicios propios de la TV de su época (básicamente, el no saber dónde parar) acabaran haciéndole mella. Pero olvidemos sus malos ratos y quedémonos con sus monstruos de la semana, el eterno ‘sí es, no es’ entre sus protagonistas y ese “turirurirurí” que sigue haciéndonos salivar a algunos como hombres-tenia en busca de carne fresca.

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