OPINIÓN

Suspenso en suspense

Barbara Stanwyck y Fred MacMurray en 'Perdición', de Billy Wilder
Barbara Stanwyck y Fred MacMurray en 'Perdición', de Billy Wilder
Cinemanía
Barbara Stanwyck y Fred MacMurray en 'Perdición', de Billy Wilder

Escribo estas líneas con una pistola al lado del ordenador. Las etiquetas aprietan, pero no ahogan. Los géneros orientan, pero no encuadran. Técnicamente, toda película es suspense porque todo es narrativo: que no pase nada ya es un suceso en sí mismo. Lo sé, me estoy yendo por la tangente, otra manera de suspender, y aquí hemos venido a hablar con propiedad (expresión que nos convierte en terratenientes del lenguaje).

Por la rancia definición del lugar común, Alfred Hitchcock es el maestro del suspense (¿por qué no catedrático de la intriga o decano del dilema?); en su famosa y referencial charla con Truffaut, el director británico diferencia suspense y sorpresa. Cuanta más información tenga el espectador, mayor será la intriga sobre la resolución de la incertidumbre. Otro creador indomable, Billy Wilder, decía que el público es voluble: “Hay que agarrarlo por el cuello, se les acelera el corazón y no se les suelta. Al final, cuando están casi sin aliento, se les deja, se acabó, y la sangre empieza a circular de nuevo”. Un día nos van a matar del susto. Serán nuestra Perdición.

Vista en perspectiva, la vida es un ejercicio de suspense en el que ejercemos como héroe y espectador al mismo tiempo; sólo sabemos que el protagonista acaba muriendo (no es poca información), pero se nos oculta cuándo o de qué manera. Parafraseando a otro maestro, Javier Cansado, la gente se muere con gesto de sorpresa porque no se lo esperan. En nuestra película no hay director.

No me olvido de la pistola mencionada al inicio del artículo. Era broma, mentira, un burdo truco para captar su atención, les pido disculpas. Hitchcock me la habría puesto en una mano mientras escribía. Wilder habría mostrado el disparo final como un BANG en una banderola. Anticipar qué habrían hecho los maestros es petulante: su trabajo consistía en hacer, precisamente, lo que menos esperábamos.

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