Cinema Dogs

La memoria es frágil, selectiva, deformable y caprichosa; las memorias simulan solidez aunque una autobiografía tenga más de auto que de bio. Mientras Mel Brooks infla sin sonrojo sus propios elogios haciendo bueno el título ¡Todo sobre mí! (All About Me!), Quentin Tarantino disecciona la raíz de su pasión en Meditaciones de Cine (Cinema Speculation). Imposible leer ambos libros sin revisitar las películas mencionadas para reconfirmar la importancia del contexto en las que fueron rodadas y estrenadas. 

Hacía milenios que no veía Sillas de montar calientes (1973); lo más cómodo es decir que el tiempo transcurrido ha desplazado su relevancia, pero quizás sea más honesto asumir que soy yo el que ha envejecido regular. 

Tarantino, sin embargo, explica y sitúa Joe, ciudadano americano (John G. Avildsen, 1970) ligando su repercusión a la reacción del público que acude a la proyección a la que Quentin asiste con siete años (una interesante constante en su precoz infancia cinéfila): seriedad y silencio durante la presentación de la pareja de yonkis (Susan Sarandon en su primera película) y abiertas carcajadas cuando aparece el inquietante Joe, racista, odioso y delirante. 

Quentin es consciente del cambio de paradigma: “Hoy en día tal vez resulte controvertido el mero hecho de catalogarla como comedia negra. Pero desde luego, no era así en la época que se estrenó”.

En su trepidante y febril narración, llena de referencias, títulos, conexiones y personajes del cine de los 70, Tarantino lo mismo le enmienda la plana a Don Siegel (cuando éste describió a Harry el sucio como un “hijo de puta racista”), desmonta la nostalgia por el cine de los 80 o alaba la labor de algunos críticos: “si uno leía antes la reseña de Kevin Thomas, luego percibía en la película, por efecto de la sugestión, las cualidades que él le atribuía”. Leer Meditaciones de cine es el director’s cut de toda la filmografía de Tarantino.