Sana sana

Vivimos convulsos, respiramos desafío y agitamos opinión, es decir, saltamos de convocatoria en elección, temiendo las mesas obligatorias y diseccionando la agenda; algunos se piensan el voto, otros están seguros antes incluso de las listas, y muchos más ignoran su obligación, que es otra forma de ejercer el derecho. 

Todo es distinto desde que las redes sociales se han erigido en magma de cultivo, mitin virtual, caladero de pasión y odio. Aparentemente, el magnífico documental Feels Good Man (Arthur Jones, 2020) cuenta la historia del meme Pepe the Frog, pero su improbable y asombrosa evolución de personaje de fanzine a símbolo de ultraderecha nos cuenta la politización de la era digital. Lo contrario de la objetividad no es la mentira sino el fake.

El dibujante Matt Furie creó en 2005 el cómic Boy’s Club donde aparecía Pepe, una rana con cuerpo humano; en una tira se baja los pantalones hasta los tobillos para orinar y, cuando un amigo se lo comenta, su respuesta es la frase que titula la película. Furie lo compartió en la red MySpace; tres años más tarde alguien lo colgó en el foro 4Chan y comenzó su aventura digital como meme de referencia para expresar tristeza, soledad y angustia.

A grandes rasgos (la narración del largo es mucho más orgánica y gradual), la reacción de la comunidad a la ola de popularidad mainstream consistió en radicalizar al personaje haciéndolo más grotesco y desagradable con referencias ultras de racismo, extremismo y odio, sin que el autor pudiera controlar esa deriva; el mismo Donald Trump avivó el fuego identificativo caracterizándose como Pepe.

Supremacistas blancos, criptomonedas, un inesperado protagonismo como símbolo de las protestas en el Hong Kong de 2019 o las extenuantes demandas interpuestas por Furie para recuperar el buen nombre del anfibio completan en Feels Good Man un apasionante retrato del ingobernable y caótico poder de la red.