OPINIÓN

No ser o ser

Fotograma de 'El triángulo de la tristeza'
Fotograma de 'El triángulo de la tristeza'
Cinemanía
Fotograma de 'El triángulo de la tristeza'

Menciona lagunas Woody Allen en A propósito de nada. No me refiero a extensiones de agua sino a lo que le falta por conocer: “Os quedaríais impresionados por todo lo que no sé, no he leído o no he visto”. En efecto, la enumeración de clásicos que asegura haber esquivado es tan prolija como llamativa. Reconoce el autor, ya desde niño, “un extraño instinto para añadir una pátina de conocimiento en algún fragmento humorístico que hiciera creer al lector que yo sabía más de lo que sabía en realidad”.

Deduzco hasta la convicción que somos lo que no sabemos, igual que los famosos valen más por lo que callan. Además de materia, también estamos hechos del aire asentado entre las juntas, un viento que, a su vez, está compuesto de nitrógeno y otras movidas gaseosas cuyos átomos se unen porque aislados no son estables, que es un poco lo que nos pasa a los humanos. 

En la serie La Tierra según Philomena Cunk, Diane Morgan da vida a una analfabeta con aires de experta que enfrenta su propia incultura con la presunta sapiencia de historiadores y científicos reales. El resultado es un combate entre quien no sabe qué pregunta y el que ignora cómo responder a la idiotez, pero el gag reside en el educado silencio del sabio ante las falsas dudas. El vacío como contenido. El aire como relleno. La nada como meta.

El conocimiento construye su poder sobre la ignorancia de manera transversal, sometiendo de arriba hacia abajo. En la hipnótica El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund, una desgracia invierte la pirámide social otorgando dotes de mando a quien domina las artes básicas de supervivencia. De nuevo, Woody Allen en sus memorias: “Saber utilizar referencias se ha convertido en una herramienta útil para mi trabajo”. No saber usarlas puede dar lugar a artículos como este.

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