Mi tesoro no lo era tanto

A principios de los 80 escuché en la emisora estadounidense KFJC el elepé Scientist Rids the World of the Evil Curse of the Vampires. Se trata de un histórico álbum de dub, estilo de reggae que remezcla canciones quitándoles la voz, potenciando la sección rítmica y añadiendo efectos. Adquirí el vinilo entonces (el CD años después) y se convirtió en pieza fundamental de mi modesta discografía rastafari. Se dice pronto, pero llevo 28 años volviendo regularmente a esos temas ambientados en el terror fantástico, esto es: me gusta mucho Scientist y ya tengo una edad.

Este verano coincidí con el dibujante Pedro Vera en el Festival Rototom de Benicàssim y le enseñé la portada del disco, ilustración de Tony McDermott que muestra a Drácula, la Momia, el monstruo de Frankenstein, el Hombre Lobo y otras criaturas en un sombrío pantano. Al autor de Ortega y Pacheco le fascinó la carátula, aunque el reggae le interese tanto como hacerse la depilación brasileña a la cera, pero le bastó el arranque de The Corpse Rises para reconocerla inmediatamente como parte de la ficticia emisora K-JAH que amenizaba el dial en el videojuego Grand Theft Auto III. Días más tarde coincidí con el cómico David Broncano, reconocido seguidor del GTA, y también identificó los temas de Scientist aunque no pudiera nombrar sus títulos. Es decir, llevo casi tres décadas gozando con un disco que creía minoritario mientras millones de videojugadores tararean desde 2001 Your Teeth in my Neck, The Mummy’s Shroud o Plague of Zombies ignorando de dónde vienen. Me parece una coincidencia rara, absurda y extrañamente bella: sin saberlo he compartido algo muy importante para mí con un montón de desconocidos.

Puede que atesore otras pequeñas joyas que, en realidad, sean patrimonio de la Humanidad. Recuerdo una película que vi de niño protagonizada por unos dóberman entrenados para atracar bancos, pero bueno, nadie se acordará de ella, ¿verdad?