OPINIÓN

El bús atómico

El bús atómico
El bús atómico
El bús atómico

Del mismo modo que todos sabemos cuándo una película es dramática, la definición de comedia admite muchos matices. El humor requiere una precisa sincronía entre emisor y receptor, por eso no existen dos reacciones iguales a la misma broma. Hace poco un amigo me contó un chiste de Eugenio: un matrimonio, ya mayor, viaja en autobús. En una de las paradas se sube una tía buena y, al pasar al lado de la pareja, la esposa comenta: “¿Has visto la mujer que acaba de entrar al autobús?”, a lo que el marido responde con simulada distracción: “¿Qué autobús?”.

Celebré la ocurrencia y me sorprendió no haberla escuchado antes, en alguna grabación del propio Eugenio o por esa aleatoria tradición oral que propaga los chistes de manera exponencial. Pero al día siguiente, en el bendito YouTube, encontré que la versión de mi amigo era sustancialmente distinta a la original. El chiste contado por Eugenio arranca con la maciza accediendo al vehículo y sigue con la conversación del matrimonio en la parada: la esposa señala la lascivia de varios hombres que observan a la muchacha subiendo al autocar y el marido, “con los ojos desorbitados”, responde: “¿Qué autobús?”.

No oculto mi decepción: las dos son magníficas parodias del estereotipo de hombre que disimula ante su pareja, pero la primera versión me parece más lograda: que suceda dentro del autobús le confiere a la excusa un punto demasiado absurdo. Además, la acotación “con los ojos desorbitados” usada por Eugenio sugiere una delatadora intencionalidad que no aparecía en la falsa desidia del relato trastocado. Ignoro si la primera impresión es la que cuenta o que la selección natural también actúa para mejorar los buenos chistes. Lo único que sé es que dispongo de mucho tiempo libre para pensar tontunas.

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