OPINIÓN

Dudo luego creo

Dudo luego creo
Dudo luego creo
Dudo luego creo

Michael Jackson publicó en 1972 la deliciosa I Wanna Be Where You Are, canción compuesta por Leon Ware y Arthur T-Boy Ross (hermano de la Diana de las Supremes) y que se convertiría en todo un estándar del soul interpretado por artistas como Willie Hutch, José Feliciano, The Fugees o Beyoncé. También Marvin Gaye incluyó una breve adaptación casi irreconocible en su álbum I Want You (1976); se trata de una versión instrumental de un minuto y 17 segundos sobre la que el mítico solista da las buenas noches a sus hijos y a su mujer (“I’ll always love you, Janis”) antes de realizar un largo fade out que provoca una extraña sensación de fragmento incompleto.

Pero 27 años después se editó la edición Deluxe de ese mismo elepé con la grabación original del tema, que resultó ser un hipnótico crescendo de coros, cuerdas, percusión y funk que se alarga durante seis minutos en los que no sobra ni un acorde. La obra estaba grabada, editada y mezclada pero razones comerciales, cuestiones de espacio en el vinilo o, simplemente, una decisión equivocada, motivaron que casi cinco maravillosos minutos de Marvin Gaye en estado puro se perdieran durante tres décadas, y no para siempre gracias a la explotación comercial de su legado.

No es una cuestión menor. Hay una historia del arte hecha de errores ocultos, esos intentos que, aunque permanezcan inéditos o hayan sido destruidos, fueron parte fundamental del proceso creativo: bocetos de grandes cuadros, páginas desechadas, versos huérfanos o planos rodados que nunca entraron en el montaje final. Cuando recuperamos esos fósiles de la evolución artística en estudios críticos, ediciones revisadas o extras de DVD, no estamos añadiendo información relevante: sólo confirmamos que la confusión que habita las mentes preclaras también es nuestra.

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