OPINIÓN

Cuestión de aperturas

Tom Selleck caracterizado como Indiana Jones
Tom Selleck caracterizado como Indiana Jones
Cinemanía
Tom Selleck caracterizado como Indiana Jones

Disponemos de un nutrido catálogo de expresiones con las que justificar nuestras acciones y también las contrarias, si fuera necesario. La tradición afirma que al que madruga, Dios le ayuda, pero también se da por cierto que no por mucho madrugar amanece más temprano (parece contradictorio que Dios no ayude a todo el mundo por igual). 

Deducimos que el acervo popular es equidistante, no se moja, contenta a todos. También se dice que el roce hace el cariño, pero al mismo tiempo la confianza da asco. ¿En qué quedamos? Pues en la fragilidad del centro improbable, ese filo donde sobrevivimos como si no fuera peligroso caerse. La única certeza es que en algún momento fallaremos, por eso tenemos a mano el consuelo: “Errar es humano”. Ya está.

Concretemos: errar es lo humano, lo normal, lo previsible. Acertar es mucho más difícil e improbable. Una buena película, por ejemplo, es un milagro de elecciones acertadas e ideas descartadas (¿habría sido Tom Selleck mejor Indiana Jones?). Nuestros errores nos definen mejor porque muestran todo lo que no hemos llegado a ser. En la novena partida del reciente título mundial de ajedrez que jugaron Magnus Carlsen e Ian Nepomniachtchi, este último cometió uno de esos errores que los aficionados realizamos habitualmente sin estar sometidos a presión alguna. Cientos de miles de personas viendo ese fallo en directo, qué devastación, cómo no sentir empatía, cómo no imaginarlo en su camerino apretando los dientes, sudando desesperación, sintiendo el vacío de ese movimiento en falso.

En este caso es fácil calibrar las consecuencias, ¿pero cómo se mide la magnitud de un error personal? Haber aceptado aquel trabajo, haberte subido a aquel autobús o haber devuelto aquella sonrisa podrían haber cambiado tu existencia. Dicen que jugar al ajedrez mejora la toma de decisiones en la vida cotidiana. Que se lo digan a Nepomniachtchi. Todos somos él.

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