OPINIÓN

Carta abierta a Woody Allen

Carta abierta a Woody Allen
Carta abierta a Woody Allen
Carta abierta a Woody Allen

Había ido a la playa, pero el cielo se nubló a media tarde. Al pasar por un multisalas, decidí entrar a la película que empezara antes: resultó ser Midnight in Paris. Ya dentro medité mi desidia; con lo que has significado en mi vida, y ahora asistía a tu último estreno por pura casualidad. En los ciclos que te dedicaban en la era pre-VHS me empapé con tus locuras setenteras (de Toma el dinero… a Boris Grushenko) y con las películas fundacionales de tu inimitable nostalgia neurótica (Annie Hall, Manhattan). Cada estreno era un acontecimiento, aunque maravillas como Zelig, La rosa púrpura, Hannah o Delitos y faltas se alternaban con artificios fallidos (Alice, Sombras y niebla).

En los 90 encadenaste Balas sobre Broadway, Poderosa Afrodita o Todos dicen I Love You, tu creatividad parecía inagotable, pero entonces me perdí Acordes y desacuerdos; fue sin querer, lo juro, cuando quise darme cuenta ya no estaba en cartelera. Incluso me tocó entrevistarte; el día antes fui a ver Un final Made in Hollywood, y se me hizo larga, previsible, tontorrona. Me explicaste que dedicabas toda tu energía a escribir y rodar porque tenías la suerte de contar con financiación, de ahí tantos títulos. Y quizás se me rompió el amor, pero no vi la del escorpión no sé qué, o la de Christina Ricci, ni la que llevaba dos Melindas o una de Colin Farrell en un barco. Y aunque por el medio disfruté con Match Point, pensé, sin acritud, que con Vicky Cristina Barcelona se te había ido la olla para siempre, qué pena.

Pero resulta que me ha encandilado ese máster en esnobismo de B.U.P. que es Midnight in Paris. Me creí a Hemingway, Dalí o Picasso y salí feliz del cine con un buenrollismo que aún me dura, a pesar de la desagradable nariz de Owen Wilson. Ha vuelto usted, señor Allen, o a lo mejor siempre ha estado ahí y era yo el que necesitaba una colleja. El año que viene no faltaré.

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