OPINIÓN

Vete de mí

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Vete de mí

Sigo dándole vueltas a El secuestro de Michel Houellebecq, película que imagina exactamente lo que dice su título. Escribo el artículo antes de que se haya publicado este número de CINEMANÍA (lo contrario sería un suceso asombroso), pero afirmo que “sigo” pensando en ese largometraje porque me conozco y sé cuándo una de mis paranoias es de largo recorrido. Pongamos que usted lee este texto en el año 2035: si estoy vivo, es probable que siga dándole vueltas. Y si estoy muerto, también.

No me gustó que la promoción de dicha película mencionara la “desaparición” del escritor francés tras la publicación de su novela El mapa y el territorio, cuando se llegó a rumorear que había sido secuestrado, incluso por Al-Qaeda. El aspecto verité de la historia con su dogmática cámara, el sonido sucio, la aparente espontaneidad (esas borracheras) y el caos de sus diálogos (a pesar de running gags eficaces como el del mechero) ha llevado a muchos críticos a mencionar el género documental, lo cual me hace dudar de todo.

¿Me habría impactado esta película sin tener referencias del autor, sin saber de sus rarezas, sin haber disfrutado con Las partículas elementales o haber padecido La posibilidad de una isla? En 2005 asistí a la entrega del Premio Leteo que el escritor recibió de manos de Fernando Arrabal. El hipnótico dramaturgo presentó a su amigo francés con una exclamación incontestable: “¡Houellebecq, precedido de su perro!”. En escena apareció un animal cansado que parecía tirar de su desganado dueño, o así lo recuerdo. Va a ser verdad que El secuestro de Michel Houellebecq es una película para fans del extraño ser que habita la carcasa de Michel.

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