Si dices tres veces Cristobal Montoro…

Yo iba por la calle, comiéndome un cubo con trozos de piña que había comprado en el Starbucks. Haciendo cálculos cada trozo me salía a un euro y medio, euro arriba euro abajo. La piña del Starbucks es una de las cosas mas valiosas del mundo. Está el oro, el uranio enriquecido y la piña del Starbucks. El otro día se murió una mujer en Moratalaz y debajo del colchón tenía escondida piña del Starbucks. Pero bueno, volviendo a la historia, la verdad es que estaba muy dulcecica. De hecho, se me caía la baba y no tenía kleenex… “¿Dónde están los rumanos cuando se les necesita?”, pensé.

El caso es que iba sonriendo feliz mientras me la comía, y en eso un coche negro con las lunas tintadas aparcó a la puerta de un restaurante famoso por sus carnes de caza. Yo, que en todo momento sonreía por el efecto de la piña, me quedé parado para ver quién iba dentro. ¿Soy muy golismero*? Sí ¿Tengo tiempo libre? Joder, sí.

Y del coche bajó… Cristóbal Montoro. Salió haciendo gestos como si le molestara la luz, y eso que el día estaba nublado. Entonces hicimos contacto visual, todo el contacto visual que puede hacer Cristóbal Montoro con un ser humano. Y claro lo que vio con sus ojillos vivarachos fue mi cara con una mueca de felicidad. Se encogió de hombros e hizo un mohín, un mohín que venía a significar algo como “he aquí el ministro de Hacienda, no me juzguéis con dureza”.

Probablemente por la noche, cuando llegara al hogar, se produjera esta conversación:

ESPOSA: ¿Qué tal el día, Cristobal?

CRISTOBAL: Hoy un muchachico de gafas me ha SONREÍDO.

ESPOSA: ¡Claro, si la gente te quiere! [beso apasionado]

Pero yo, al llegar a mi casa, me sentí SUCIO y me tuve que duchar cogiéndome de las rodillas.

Por cierto, si repites delante de un espejo: “Cristóbal Montoro, Cristóbal Montoro, Cristóbal Montoro”, te ves a ti mismo en la tomatina de Buñol.

*Golismero: persona bastante curiosa.