OPINIÓN

Primo y asistente

Primo y asistente
Primo y asistente
Primo y asistente

Hace unos meses decidí ayudar a mi primo Ricardo. Yo soy así. Había trabajado como jardinero municipal, pero llevaba casi dos años en el paro. Le llamé y le dije: “Primo ¿quieres ser mi asistente personal?”. Madre mía, se puso loco de contento. Ahora me ha pedido escribir de cómo ha sido este tiempo a mi lado y yo le he “cedido” esta columna. Os dejo con las impresiones de mi primo (espero que no se pase con los halagos):

“Vaya por delante que agradezco a mi primo que se acordara de mí, pero si yo sé esto… Ser su asistente personal, o personal assistant como dice él, significa, entre otras muchas cosas, que el cab**n puede disponer de mí cuando quiera. El martes pasado, por ejemplo, me llamó a las dos y media de la mañana para decirme que estaba viendo Paranormal Activity y que se estaba “cagando la pata abajo”, según sus propias palabras y que hiciera el favor de ir. Y ya de paso, que si no me importaba, pasara por una tienda 24 horas y le comprara galletitas saladas, pero que me fijara que no llevaran ni gluten ni lactosa, y una Coca-Cola Zero. Esa noche me hizo dormir con él. Agradezco que quisiera echarme una mano, de verdad, pero es que llevo ya más de seis meses con él y todavía no he visto un duro. Al principio me daba corte y pensaba: ‘Bueno no te agobies ya saldrá de él, ¡cómo no te va a pagar!’. Pero ya viendo que pasaban los meses y nananai de la China, se lo planteé en al menos dos ocasiones. En una se hizo el dormido y en la otra se echó la mano al bolsillo y me dio 50 euros, que después me volvió a pedir para comprar un marco de foto. Que luego el marco, que era de plata por cierto, lo tiró. Lo que quería era la foto. Era de un payaso con un globo. Se quedó mirándola fijamente y se puso a llorar diciendo que él era ese payaso, que por fuera reía pero que por dentro sufría. Menudo espectáculo montó en la calle, hasta fingió un desmayo y todo”.

“Dejadme que os haga una lista de las cosas que me obliga a hacerle: frotarle la espalda en la ducha, cambiarle los canales, descargarle las cervicales, decirle que es el mejor cómico de España, dejarle ganar en el calientamanos…”.

“Y a veces me digo: ‘lo mando a la mierda y ya está’. Pero luego pienso: ‘pobrecillo, ¿qué va a hacer solo?”.

“Bueno, os dejo que me tengo que ir a hacerle las ingles brasileñas”.

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