OPINIÓN

En medio de la noche un grito

En medio de la noche un grito
En medio de la noche un grito
En medio de la noche un grito

Un grito pavoroso… era mi mujer en el dormitorio. Sólo grita así cuando se encuentra con el vecino del quinto, el “señor Calamardo” le llamamos.

Estimado señor Calamardo:

Quería decirle que no tengo nada que ver con la pintada del ascensor que pone que es usted un “cerdo asqueroso” pero sí le rogaría que dejara de tirar basura al patio de luces.

Pues, salvo en este caso, no suele ser mi mujer mucho de gritar. Ah, bueno, cuando aparece Cristóbal Montoro en la televisión también vocifera y recuerdo que así mismo gritó bastante en el final de Los Serrano y cuando conoció a un primo mío pelirrojo, y siempre que prepara las maletas, pero vamos…

En esta ocasión era porque había una polilla revoloteando en la habitación alrededor de la lámpara del techo.

“Échala, pero no la mates, quien sabe si en otra vida no seremos polillas”. Su libro favorito es el Siddhartha, por cierto. Es curioso cómo vuelan las polillas, es un vuelo elegante y sutil, nada errático. Cuesta no quedarse embelesado mirándolas. Yo estaba en todo momento invitándola a irse con un trapo de cocina. Lo blandía como diciéndole: “¡Vete, vete, polilla! ¡Eres libre! Y no te mato, porque, quién sabe si en otra vida no seremos polillas”.

Daba la sensación de que estaba captando el mensaje porque en dos ocasiones hizo el amago de marcharse por la ventana, pero entonces inesperadamente se dirigió hacia la luz metiéndose dentro de la lámpara, justo debajo de la bombillita. Entonces apenas se oyó un pequeño chisporroteo y después empezó a salir un hilillo de humo. (Bueno al principio era un hilillo, pero luego se monto una buena zorrera). Y eso fue todo. La polilla cegada por la luz encontró su final.

Después de presenciar eso, me acosté pensando en las carreras de algunos actores españoles.

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