¡El arte no se puede manipular!

El otro día estaba en un museo de arte contemporáneo que por fuera me recordaba a una enorme Thermomix plateada, y lo cierto es que por dentro el arte también parecía estar mezclado. Vagaba por él, con un ánimo romántico, cuando de pronto me detuve a observar una obra que llamó mi atención. Consistía en un grupo de varas policromadas que, apoyadas unas en otras, formaban una especie de figura cónica que se parecía a un tipi indio. Estuve casi media hora observando la obra. Creí ver en ella una reflexión sobre lo primitivo, sobre cómo el hombre actual, a pesar del alto grado de sofisticación que ha adquirido, conserva unos instintos atávicos. Y en ésas estaba cuando, de repente, unos niños pasaron corriendo y empujaron la obra haciendo que todas las varas cayeran al suelo. Entonces, el vigilante de la sala, ni corto ni perezoso, cogió las varas y las colocó de otra forma. Y en su nueva disposición ya no recordaban a una tienda india, sino que ahora eran como un gran asterisco. Con lo cual la obra ya no trataba sobre lo arcaico, sino que pasaba a ser una pobre metáfora sobre la estética de lo inmediato y la sexualidad mal entendida. ¡ME CAGO EN LA LECHE! ¿Qué pasa? ¿Que en el arte todo da igual? ¿Que se puede manipular, cambiar, manosear sin que pase ni media?

Es el momento de deciros que todo lo anterior nuca pasó, en realidad es una alegoría. Y ahora permitidme que me dirija personalmente al último director con el que he trabajado.

Señor X:

¿Por qué diablos ha utilizado usted para el montaje final planos donde no sabía que se me estaba grabando?

Yo compuse un personaje intenso y complejo y usted deliberadamente lo ha convertido en un majadero.

¿En qué ayuda a la historia que se me vea sacarme un moco o rascarme el culo? (Las dos cosas salen en el montaje). ¡El arte no se puede manipular!

Atentamente,

Joaquín Reyes

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PD: No me vuelva a llamar nunca más, a no ser que tenga un protagonista para mí.