Hablar por hablar
En una granja donde convivían diferentes animales se desató, tontamente, una discusión. El perro le dijo al gallo: «¡Qué romántica noche nos ofreció la Luna con sus plateados rayos sobre la llanura!». «Yo prefiero la luz del Sol: es más cálida y agradable, y además no me hace decir tonterías», contestó el gallo con el pico bien alto.
El perro, ofendido, comenzó a insultar al gallo, y se formó tal algarabía que se sumaron a la discusión el gato, la oveja y el caballo. Hubo gritos y empujones. Todos querían dar su opinión sobre quién era más importante, si el Sol o la Luna.
Pero el astro rey, que observaba tan ridículo espectáculo, quiso darles una lección y se ocultó detrás de unas montañas. Se hizo de noche en pleno día, y los animales, que no habían visto nada igual, se asustaron tanto que comenzaron a echarse las culpas. Querían que alguien pusiese fin a la discusión y entonces…
La Luna les dijo que el Sol estaba muy enfadado y que no aparecería nunca más si no se callaban. Los animales hicieron caso a la Luna y se fueron a dormir. A la mañana siguiente, los rayos del Sol iluminaron la pradera. Los animales, felices, hicieron una gran fiesta y nunca más volvieron a discutir.
Todos tenemos derecho a opinar, pero con calma, no por la fuerza.
Próximo viernes: 14 / Maui y el anzuelo