La música mueve Salzburgo

  • La figura de Mozart está presente en todos sus rincones.
  • Sus festivales de música combinan lo clásico con las corrientes más vanguardistas.
  • Su historia estuvo marcada por el poder de los príncipes-arzobispos.
Son tres los barrios que discurren a ambos lados del río Salzach.
Son tres los barrios que discurren a ambos lados del río Salzach.
Tourismus Salzburg
Son tres los barrios que discurren a ambos lados del río Salzach.

Un centro histórico lleno de encanto, iglesias barrocas, castillos, palacios, plazas llenas de vida gracias a sus mercados, Salzburgo, a orillas del río Salzach, ciudad que vio nacer al genial compositor Wolfgang Amadeus Mozart y famosa por las llamadas Mozartkugel (o bolas de chocolate), ha conseguido armonizar a la perfección su ostentoso pasado con un presente y un futuro innovador y lleno de vida.

La música inunda sus callejuelas, y además de Mozart, la ciudad también se dio a conocer gracias a la película Sonrisas y Lágrimas. Son muchos los visitantes que aprovechan su parada en la ciudad para seguir los pasos de esta novicia rebelde y visitar el Palacio y los jardines de Mirabell, el Palacio Leopoldskron, el convento de Nonnberg, el cementerio de San Pedro y la Escuela de Equitación (Felsenreitschule), entre otros.

Una vuelta al pasado

Elegante y monumental, son tres los barrios que discurren a ambos lados del río que divide esta ciudad austríaca de apenas 150.000 habitantes y a unos 300 kilómetros de Viena.

Sin embargo, antes de adentrarse de lleno en ella, merece la pena alejarse unos kilómetros hasta Hellbrun, donde además del Palacio, son famosos sus Juegos de Agua. Mandado construir en 1612 por el príncipe-arzobispo Markus Sittikus, el agua es un elemento esencial en el diseño de sus exteriores y puede sorprender al visitante en cualquier momento; al adentrarse en pequeñas grutas, sentado en la gran mesa de invitados, recorriendo sus caminos…

De regreso al centro, la visita a la Ciudad Vieja (Altstadt), declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997, bien se podría comenzar subiendo en funicular a la Fortaleza Hohensalzburg, que corona la ciudad. Una vez de nuevo en la parte baja, destaca la plaza que lleva el nombre de su más ilustre ciudadano, Mozart, donde se erige una estatua del compositor. Cerca de ella, se encuentra la Residenzplatz. Aquí se levanta la sede del gobierno y la torre Glockenspiel, cuyas campanas interpretan obras clásicas a determinadas horas del día. Además, en esta plaza, la Residencia de los Obispos acoge una galería de arte.

El recorrido por la Altstadt continúa hacia la Domplazt, donde se alza la catedral, y hacia la Abadía y el cementerio de San Pedro. En esta parte de la ciudad, además del Museo de Arte Moderno, se encuentra la calle más famosa de Salzburgo, la Getreidegasse, donde está la casa natal de Mozart. Llama la atención que las tiendas todavía conserven sus letreros en hierro forjado, trasladando al viandante hasta la Edad Media, momento en el que surgieron, cuando la gente todavía era analfabeta.

Entre la música y la gastronomía

Si por algo es conocida Salzburgo es por los diferentes festivales de música que se celebran a lo largo del año, el principal el Festival de Salzburgo de verano. Para ellos es lugar de encuentro el barrio de los Festivales, que gira en torno a la calle Hofstallgasse. El Tocaninihof acoge la Sala de los Festivales, que alberga tres teatros. El de menores dimensiones data de 1937 y es conocido como el Escenario de Mozart. Singular resulta la fisionomía del Escenario de Wagner, excavado en las propias paredes del Mönschberg. Y por último, el teatro al aire libre, de 1600.

Una vez se cruza el puente Staasts-brücke, uno se adentra en la Neustadt (Ciudad Nueva), alejada de ese pasado ostentoso y barroco que caracteriza al Altstadt. Aquí se encuentra el palacio de Mirabell, llamado en sus orígenes Altnau, y sus jardines. Su construcción se remonta a 1606, cuando el entonces arzobispo Wolf Dietrich mandó levantar un palacio para su amante, Salomé Alt.

Esta orilla del río acoge la casa donde vivió Mozart, además de iglesias como la de San Sebastián y la de Andra-Kirche, cuya plaza acoge un mercado itinerante.

Ya sea en alguno de los carismáticos café de la Altstadt, como el Café Fürst, el Café Bazar o el Café Tomaselli, o en algunas de las terrazas que con la llegada del buen tiempo inundan las plazas a ambos lados del Salzach, uno no puede abandonar la ciudad sin disfrutar de sus delicias gastronómicas. Merece la pena sentarse tranquilamente para saborear un soufflé de claras de huevo (Salzburger Nockerl), la pasta rellena de queso (Kärntner Kasnudl) o las patatas con jamón frito (Tiroler Gröstl). Y para terminar, un buen postre. Puede ser su famosa tarta de chocolate (Sachertorte), el pastel de hojaldre de manzana (Apfelstrudel) o unos crepes (Palatschinken). Todo ello acompañado de un buen vino de la zona o de alguno de los innumerables tipos de café.

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