Ronda, fusión de arte y naturaleza

  • El Tajo de Ronda es la columna vertebral de la ciudad.
  • Un aire romántico y de leyenda envuelve sus calles.
  • Los restos de sus diferentes pobladores conviven en armonía.
Vista nocturna del famoso Tajo de Ronda.
Vista nocturna del famoso Tajo de Ronda.
Fundacion El Legado Andalusí
Vista nocturna del famoso Tajo de Ronda.

Ronda es de esas ciudades que se dice respira, vive, que tiene su propia alma, que siente y que ofrece al visitante no sólo un sinfín de vestigios del pasado sino también esa imagen romántica que envuelve el lugar y su serranía, famosa porque en ella se movieron algunos de los más conocidos bandoleros.

Los orígenes de Ronda, una de las ciudades más antiguas de España, se remontan al Neolítico, y en sus callejuelas y en su entorno todavía quedan restos prehistóricos, romanos, árabes, mozárabes y mudéjares. Un paseo por sus callejuelas descubre al visitante edificios de los más variados estilos (gótico, isabelino, renacentista, barroco, modernista).

El cañón del Tajo de Ronda, por el que discurre el río Guadalevín, afluente del Guadiaro, es eje central y en torno a él se articulan las dos partes de la ciudad, unidas por el Puente Nuevo, construido en el siglo XVIII. Situado sobre la parte más profunda de la garganta, permite conectar el barrio del Mercadillo con “la ciudad”.

Conociendo sus barrios

Una manera diferente de conocer la ciudad es irse adentrando en sus tres barrios. El más antiguo de ellos, conocido como “la ciudad”, lleva al visitante a un recorrido por calles empedradas y plazuelas, columnas, artesonados, conventos, iglesias y palacios. Y entre todos ellos, un camino por el que descender hasta el fondo de la garganta.

Dejando atrás la Iglesia de la Paz y la Casa de Don Bosco, se llega al Palacio Mondragón, el edificio civil más representativo de Ronda. Símbolo de la convivencia de estilos que se da en la ciudad son los tres patios entorno a los cuales se articula, uno renacentista, otro gótico y un tercero, mudéjar. Junto a la casa consistorial, la Iglesia de Santa María la Mayor, levantada sobre una antigua mezquita, de la que todavía quedan restos del mihrab y algunos relieves.

Llegados a este punto, una breve visita al barrio de San Francisco tras pasar la cuesta de las Imágenes, desde la que observar la puerta de Almocábar. Aquí se encuentra el Convento de San Francisco, de estilo gótico-mudéjar.

De regreso a “la ciudad”, y paseando junto a las murallas y la puerta de la Cijara, tras pasar por el Museo del Bandolero, se puede admirar el Puente Viejo. Del siglo XV, aunque de origen incierto, daba acceso a la ciudad y la comunicaba con el barrio del Mercadillo. Cerca de aquí se encuentran el Palacio del Marqués de Salvatierra y la Casa del Rey Moro.

La última parte del recorrido discurre por la Ronda más moderna. El barrio del Mercadillo, al otro lado del Puente Nuevo, alberga la plaza de toros, del siglo XVIII y una de las más antiguas de España, y el parque de la Alameda, financiado con dinero de multas. Los cercanos jardines de Blas Infante tienen excelentes miradores al borde del Tajo, desde los que se aprecia parte de la vega que rodea la meseta rocosa sobre la que se asienta la ciudad.

Bandolerismo

Ronda y su serranía están íntimamente ligadas a la figura del bandolero. Hombres y algunas mujeres que eran condenados, todos por igual, sin importar el delito. Son muchas las leyendas que existen en torno a esta figura, ligada siempre al mundo del toro y del contrabando en su ruta hacia Gibraltar. Pero también son numerosos los documentos que dan fe de su existencia. Si bien es cierto que su figura se remonta a antes de la llegada de los franceses a la zona, es durante esos años cuando adquiere especial relevancia.

Tras la batalla de Bailén, Jaén, en 1908, en la que fueron derrotadas las tropas napoleónicas, y en la que participaron más de un millar de rondeños, un grupo de resistentes comienza a agruparse en la serranía de Ronda. Napoleón se ve obligado a mantener tropas francesas en la ciudad en 1810. A medida que se desarrollaban las luchas, la situación de la población se hacía más precaria y huía a la serranía.

Tras la marcha de los franceses, aquéllos que antes les asaltaban en los caminos, ahora, movidos por la necesidad asaltan de manera violenta, unas veces, y romántica y añorada, otras. La figura del rondeño ha ido siempre ligada a la de una persona liberal, amante de la naturaleza y que lucha por librarse de la opresión.

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