Minas recicladas, yacimientos de turismo

En las últimas décadas, comarcas mineras de toda España han vivido el agotamiento o la pérdida de rentabilidad de sus yacimientos. Las consecuencias económicas y sociales que esto ha supuesto han obligado a algunos gobiernos regionales y ayuntamientos a tirar de ingenio para salir adelante.  Hoy podemos ver el resultado de algunas buenas ideas de reconversión que se han centrado en crear oferta turística.

Por lo general, las explotaciones que abren al público buscan dar a conocer el trabajo en la mina, la historia de la zona y algunos fenómenos geológicos. En España hay muchos ejemplos, pero quizá el más importante sea el del Parque Minero de Riotinto, en Huelva, visitado anualmente por  más de 60.000 personas. Su actividad turística se compone de un museo, un ferrocarril que recorre parte del complejo y rutas guiadas por la Peña de Hierro y el nacimiento del río, que incluyen la entrada a la galería. Aunque la minería es el tema clave, la explotación de la zona desde la Edad de Cobre y la herencia británica también tiene protagonismo en la visita.

La historia es a veces el argumento de más peso para atraer turistas a una zona que antiguamente vivió de la minería. Las Médulas, en León, quizá sean el caso más extremo, ya que dejaron de ser explotadas hace más de 1.600 años y aún hoy son una referencia en la zona. Este yacimiento de oro romano fue utilizado durante menos de dos siglos, en los cuales se modificó completamente el paisaje ya que se extrajo el mineral con el sistema de ruina montium. Este paraje de montañas picudas, que es Patrimonio Mundial desde 1997, se presenta hoy como un parque cultural centrado en la época romana.

Pero hay explotaciones que han perdido aún más su identidad minera. El Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en Cantabria, es actualmente un gran zoológico dedicado a la investigación, la conservación de especies y la educación ambiental. En sus más de 20 kilómetros de serpenteante recorrido se pueden ver cerca de 100 tipos de animales de diferentes continentes. La mayoría de ellos se encuentran en recintos de grandes dimensiones donde coexisten varias especies. La plantilla de cuidadores y mantenimiento está formada en gran parte por antiguos trabajadores de la mina de hierro a cielo abierto que ocupaba anteriormente sus terrenos.

Fuera de nuestras fronteras existen minas famosas por su atractivo turístico. La mina de sal de Wieliczka, en Polonia, es una de las más importantes ya que fue el primer emplazamiento industrial declarado Patrimonio de la Humanidad, en 1978, aunque permite la entrada de visitantes desde finales del siglo XIX. Se calcula que 800.000 personas acuden cada año a ver su lago subterráneo y las estatuas y cámaras esculpidas por los mineros en sus muros interiores.

La Catedral de Sal de Zipaquirá, en Colombia, fue escavada en una de las galerías de otra mina de sal a mediados del siglo XX con el objetivo de dedicarla al culto religioso. Pero la actividad minera no cesó en sus alrededores y la construcción inicial cedió varias veces. Entonces se optó por habilitar otra que fue inaugurada en 1995 con una superficie de 8.500 metros cuadrados y una colorida iluminación.

Uno de los más importantes cementerios de París, las famosas catacumbas, fueron minas de piedra caliza durante la época romana. Se convirtieron en el osario que hoy son en el siglo XVIII, como una medida para descongestionar los campos santos de la capital. Actualmente sólo se pueden visitar las galerías del distrito 14, pero se extienden por buena parte del subsuelo de la ciudad.