
“Marco incomparable” es una de esas expresiones descriptivas que a fuerza de utilizarlas se han convertido en tópico. Si se nos permitiera utilizarla una sola vez, posiblemente se la adjudicaríamos a la capital guipuzcoana: Donostia-San Sebastián. Más concretamente a la Bahía de la Concha, que conforma la estampa sempiterna de la ciudad vasca. Con sus dos kilómetros de paseo marítimo y la Isla de Santa Clara como referencia en la distancia, esta zona ha convertido a Donostia en uno de los principales destinos turísticos de España.

Junto al ayuntamiento se encuentra la alde zaharra (ciudad vieja), el segundo barrio más antiguo de la localidad y el más visitado. Desde esta zona se puede acceder al monte Urgull, que conserva parte de las fortificaciones que antaño protegían la ciudad. Es en esta parte vieja donde acuden en masa donostiarras y visitantes para probar sus renombrados pintxos en cualquiera de sus más de cien locales, acompañados claro está del correspondiente txikito (vaso de vino tinto) o zurito (de cerveza). Los pintxos son una de las delicias gastronómicas de Euskadi, y sobre todo de Donostia, lugar de origen de grandes cocineros como Juan Mari Arzak o Pedro Subijana.
A espaldas de La Concha se encuentra la tercera playa local, la de la Zurriola, que por su mayor oleaje atrae más a jóvenes y surfistas. A su lado está uno de los más recientes símbolos arquitectónicos de Donostia: el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal, inaugurado en 1999, es entre otras cosas la sede principal del Festival de Cine de San Sebastián. Esta muestra cinematográfica es seguramente el principal acto cultural entre el amplio elenco donostiarra, y entre el 17 y 25 de septiembre celebrará su 58ª edición, con Julia Roberts como gran estrella invitada.
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