Lo primero que hay que hacer al llegar a cualquier ciudad o pueblo de Asturias es entrar en el chigre más próximo y sentarse a la mesa. Emparentada con la cocina gallega, normanda y bretona, la cocina asturiana es una de las maravillas gastronómicas de España. La mejor opción es la archiconocida fabada, potente guiso hecho con ‘fabes’ y acompañado por el ‘compangu’ (chorizo, morcilla, lacón y tocino).
¿Y para beber? La elección obvia es la sidra, bebida de baja graduación fabricada con el zumo fermentado de la manzana y, además, elemento rector de la vida regional. La sidra y la tradición minera y portuaria son los dos elementos que en su día dieron lugar al eslogan de “Asturias borracha, libre y dinamitera”.
Una vez digerida la comida y recuperada la verticalidad, ya estaremos en perfecta disposición para conocer Asturias. Podemos emprender la ruta por los encantadores pueblos asturianos, como Llanes, donde Agustín Ibarrola ha creado toda una obra de arte en la escollera del puerto, denominada “Los Cubos de la Memoria”.
Otros dos parques naturales son los de Redes y Ponga. Cubiertos por hayedos y robledales, allí se puede ver de forma esporádica al rey del lugar, el oso pardo, aparte de otras especies como el lobo o el jabalí. Aquí los visitantes podrán realizar estupendas rutas montañosas de menor o mayor dificultad, según la capacidad de cada quien, las ganas de descubrir la flora y fauna local o el interés por descubrir si personajes mitológicos asturianos como trasgus, cuélebres y ñuberus son producto de la imaginación o no.
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