Mazda tiene la intención de presentar la versión definitiva del RX-8 antes de finales de 2010. A finales de 2009, ya en la recta final de su existencia, este icono de Wankel fue sometido a una pequeña revisión y el abanico de ofertas se vio reducido a la versión superior de 231 CV y equipamiento completo.
Un nuevo faldón delantero con faros bixénon perfeccionados, una toma de aire más grande, unos faros antiniebla más elegantes, intermitentes laterales en las aletas delanteras, un rebajado del chasis, taloneras, spoiler trasero y luces traseras tipo LED hacen que, al menos en la comparación directa, su predecesor resulte algo anticuado y con una estética menos potente. Al modelo de 2010 hay que añadir unas llantas de aluminio de 19" en gris oscuro que, junto con el lacado metálico en rojo Tornado, sólo dejan una conclusión clara: este Mazda de 1,34 metros de altura es un deportivo impecable. Mezclado entre el tráfico de la ciudad, este cuatro puertas tuneado de fábrica sí despierta una cierta atención.
Un giro tras otro
La palabra «revoluciones» es probablemente el término de referencia del RX-8. En el morro de este singular vehículo de casi 4,50 metros de longitud sus dos pistones giratorios describen círculos rápidos e infinitos. Además, la sensación que transmite el motor no es la de un motor tradicional de 1,3 litros de cilindrada. No obstante, sus nada despreciables 231 CV no estarán a disposición del conductor, sin la ayuda de ningún turbo o compresor, hasta pasadas las 8.000 vueltas, mientras que el par máximo de 211 Nm se desarrolla a las 5.500 revoluciones. Sin embargo, para los conductores adictos a la deportividad, unas revoluciones elevadas son sinónimo de grandes prestaciones.
A pesar de la tendencia del RX-8 a las altas revoluciones, si se quiere también se puede conducir de forma suave y a bajas revoluciones. Si pisamos el pedal del acelerador de forma adecuada, el corazón salvaje que se esconde debajo de su capó comenzará a latir de forma alocada y desarrollará todo su potencial. Su motor ávido de revoluciones traslada toda la fuerza al eje trasero y, pese a su diferencial de bloqueo y al ESP de serie, es capaz de hacer bailar la zaga si el conductor así lo desea. Los pilotos más expertos sabrán sacarle el máximo provecho a esta configuración.
Las cifras de Mazda y nuestras mediciones
Sin embargo, para recorridos de mayor distancia el RX-8 tampoco resulta un compañero de viaje agradable aunque por otros motivos. La acústica general, los asientos duros, el chasis rígido, las numerosas paradas para repostar, etc. Si lo pensamos detenidamente, el territorio del RX-8 son las curvas rápidas. En este caso, el problema del consumo se puede interpretar como un «despilfarro de gasolina a gusto del consumidor», un estilo de conducción en el que tanto el dinero como el medio ambiente quedan más bien en un segundo plano.
Amplio equipamiento
Además de toda la deportividad que rezuma el RX-8, Mazda ha equipado a este bólido con un buen abanico de componentes orientados al uso diario. Al fin y al cabo, se trata de un vehículo de cuatro plazas, aunque algo estrechas, con cuatro puertas de acceso y que, por si fuera poco, también ofrece 300 l de capacidad en su maletero. Además, el equipamiento de serie cuenta con climatizador, seis airbags, soporte Isofix, sensores de luz y lluvia, sistema de sonido Bose, Tempomat, elevalunas eléctricos e incluso pintura metalizada. Con todos estos extras, su precio de aproximadamente 38.000 euros nos resulta sumamente interesante.
Por otro lado, un VW Golf R, aunque no puede competir con la fascinación del motor Wankel, sí ofrece un rendimiento considerablemente mejor con un consumo claramente inferior. Por el precio del RX-8 podríamos hacernos incluso con el Golf en su variante de cuatro puertas y con DSG. De todos modos, la tracción integral permanente viene de serie.
Conclusión
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