Valladolid

'Valladolid: forma urbis' busca ver con "optimismo" la ciudad, cuya destrucción patrimonial empezó en la Ilustración

El libro 'Valladolid: forma urbis. Restitución infográfica del patrimonio urbano perdido', del profesor de Arquitectura Eduardo Carazo Lefort, tiene como objetivo el ofrecer una mirada "optimista" sobre el desarrollo de la urbe a fin de poder verla "con otros ojos" pese a la evolución y destrucción de parte de su patrimonio a lo largo de los siglos.

Así lo puso de manifiesto el autor, quien arropado por el alcalde de la ciudad, Javier León de la Riva, y el rector en funciones, Evaristo Abril, presentó en el marco de la Feria del Libro su obra, un trabajo de investigación desarrollado en la Universidad de Valladolid durante los últimos años sobre la transformación urbana sufrida por la ciudad de Valladolid desde el siglo XII.

El libro afronta por un lado el desarrollo urbano sufrido desde los orígenes del recinto amurallado medieval, lugar al que se ciñe el estudio y que se iniciaba en el antiguo Alcázar, hoy San Benito, e iba por el Val, Veracruz, Macías Picavea, Angustias, San Pablo, San Quirce, Fabio Nelli y terminaba nuevamente en San Quirce tras superar algunos de los puentes existentes entonces sobre el Esgueva.

Por otro lado, existe una segunda parte de tipo gráfico en el que se plasma cuatro planos de fechas claves de la ciudad: 1750, por ser una fecha entorno a uno de los planos más importantes realizados de la ciudad, el denominado plano de Ventura Seco de 1938; el de 1850, porque hubo otro menos conocido pero que la obra lo publica de forma inédita, el plano de Pérez Rozas de 1863; en tercer lugar, un plano de 1950 porque había un plano muy completo de 1941; y por último, el de 2000, por ser una fecha actual y que se acerca al inicio de las investigaciones, que se han desarrollado en esta última década.

La obra, que se completa con 23 palacios virtuales y en tres dimensiones de los siglos XIV al XVIII y desaparecidos de la ciudad, se acerca a algunos tópicos que, a lo largo de los años se han fraguado sobre la destrucción patrimonial de la ciudad, como los relacionados con la demanda de vivienda o la especulación, para aclarar, según señaló su autor, que el proceso se remonta a muchos más años atrás ya que comenzó con la Ilustración.

Según los mismos tópicos, la destrucción se inició con el derribo de la iglesia de San Miguel en el año 1777, continuó, tras otros episodios, con el derribo en 1836 del convento de San Francisco, ubicado en la plaza Mayor, y se vio agravado por las desamortizaciones, la presencia francesa y la I República, que vio caer las puertas del Carmen.

Crear una ciudad "a costa" de otra

La tendencia, según el autor del libro, se mantuvo a lo largo de los siglos XIX y XX y de ella derivó un proceso urbanístico que proponía renovar la ciudad mediante la construcción de otra nueva sobre y "a costa" de la antigua, que contaba, junto con Sevilla, con uno de los cascos antiguos más grandes de España fruto de su condición de capital y sede de la Corte.

La marcha de la Corte conllevó la despoblación y la proyección de un ensanche, que llegó en el siglo XX, se tradujo en el mantenimiento de un hábito que, finalmente, el Plan de Ordenación Urbana de 1987 consiguió "frenar".

Eduardo Carazo Lefort señaló que uno de los ejemplos de la destrucción a la que se vio sometida la ciudad se centra en la necesidad, surgida en el XIX, de unir la zona norte de la ciudad (San Pablo) con la sur (Recoletos), para lo que se propusieron alternativas "radicales" como la apertura de la calle Felipe II para conectar San Pablo con la estación y el consiguiente derribo de tres de las seis manzanas del núcleo medieval de la ciudad.

A ella se suma la desaparición del palacio de los Tábara, lugar donde Carlos V fue nombrado heredero de la Corona de Castilla y actual sede de la Audiencia, cuyo derribo respondió a un criterio de empleo: con su rehabilitación para albergar las nuevas dependencias no se creaban tantos puestos de trabajo.

"Tenemos una magnífica ciudad y hay que ponerla en valor y pensar que merece la pena", consideró el autor, quien rechazó por tanto las "nostalgias" y abogó por exportar esta metodología de trabajo a otras ciudades, como él hace ahora en el caso de Oviedo.