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Guillermo Aguirre: "Se me da muy bien engañarme a mí mismo"

El escritor bilbaíno Guillermo Aguirre.
IRENE TAMAYO
Tiene sólo 25 años y ya puede presumir de haber ganado uno de los premios literarios españoles más prestigiosos. El bilbaíno Guillermo Aguirre recibió el Lengua de Trapo en su última edición por Electrónica para Clara, una novela de debut cuya complejidad trasciende con mucho a la juventud del autor y que dibuja un Madrid sumido en el caos.

¿Qué le han parecido las críticas a Electrónica para Clara?
No tenía claro cómo me iba a enfrentar a las críticas, fueran buenas o malas, pero de momento las partes más negativas han sido comentarios normales a una primera novela. Y no ha habido nada tan desastroso como para que me preocupe, aunque al principio sí me enfadé con alguna, y en esos casos llamo a la editorial y monto en cólera (risas). De todas formas, a mi los enfados se me pasan en tres minutos.

¿Hay miedo entre la crítica a encumbrar un primer escrito?
Yo he hecho también críticas antes de conseguir escribir una novela que pudiera sostenerse medianamente por sí misma, y hay un poco de eso. Con un primer autor hay que ser, por un lado, permisivo y por otro, un poquito puntilloso. Más que porque se lo vaya a creer, para que siga trabajando, porque si es joven puede dormirse en los laureles y empezar a escribir bazofias o lanzarse a la cocaína. ¿Se puede decir eso?...

Entonces, ¿qué diría usted de su propia novela?
Es que yo le tengo cariño. Además, cuando una novela tiene un narrador en primera persona acaba perteneciendo mucho a la voz del autor; y ésta, a fin de cuentas, trata de vivencias que paralela o tangencialmente son mías. Diría que tiene algunos excesos; yo quería que estuvieran ahí, porque siempre he pensado que es imposible no arriesgar en la primera novela, ya que con ella te enfrentas a tu horizonte literario. Tiene sus fallos y sus aciertos, pero me he quedado a gusto con ella.

¿De dónde se sacó a Clara?
Ha habido gente que me ha dicho que no le quedaba del todo claro, valga la redundancia, el personaje. Es complejo pero también intuido, no acaba de concretarse bien a lo largo del texto, pero sale, en mayor medida, de tres mujeres que conocí y a las que yo había querido por igual, para qué te lo voy a negar. Las mezclé cuando no tenían nada que ver la una con la otra, quería construir un poco la figura del ser amado.

Y todo de una forma muy visual, como corresponde a su generación…
Un hombre es una cosa esponjosa y todo lo que le rodea acaba formando parte de él. Nosotros, desde luego, estamos muy cerca del cine y de las artes audiovisuales, como las proyecciones, el videoarte o la pintura. Yo pinto, que al contrario que escribir me relaja; pinto retratos al servicio del consumidor y sin ninguna clase de ambición. En cualquier caso, hablamos de recursos estéticos. Por ejemplo, en la idea del Madrid de islas sí que hay una constante clásica audiovisual que pretendía tanto ser un enganche para el lector como apartarse del tono realista de una novela nocturna.

¿Es más difícil describir la realidad o imaginársela?

Yo es que soy muy mentiroso (risas). Casi toda la realidad que me rodea tiene un montón de fantasía, y no diferenciarlas bien me ha traído problemas. Cuando era niño iba a comprar el pan y le contestaba con una mentira a mi madre sobre lo que había hecho, y eso que no tenía nada de malo. Cuando intento escribir algo con tono realista siempre me surgen otras cosas. Se me da estupendamente bien engañarme a mí mismo.

¿Qué aporta su juventud a su literatura?
No tengo ni idea (risas). Te lo podría decir dentro de 20 años, porque yo soy, entre comillas, dichoso en mi juventud y no tengo la suficiente perspectiva. Supongo que es una ayuda ser joven, te hacen un poco más de caso por aquello de que tienes todo el universo por delante. Pero a niveles formales, no tengo ni idea…

¿Le sorprendió ganar el premio Lengua de Trapo?

Si soy sincero, tenía algunos datos paralelos de que había pasado a finalista. Pero cuando me enteré sí que lo viví como una carrera de gran intensidad, pendiente del teléfono todo el tiempo. En Madrid es fácil enterarse de estas cosas, sobre todo si tus amigos pertenecen al mundillo.

¿Qué ha hecho con el dinero?
Lo tengo blindado (risas), tengo una interesantísima hipoteca que pago en yenes. Me quiero comprar un ordenador de sobremesa, pero va a tener que ser a piezas…

¿Tiene algún libro entre manos?

Tengo una novela, porque como Electrónica estuvo dos años mareando la perdiz, me dio tiempo a escribir otra cosa. La estoy corrigiendo y aún no quiero moverla mucho, todo esto es nuevo para mí y estoy curioso y expectante.

¿Cuándo empezó a escribir?
Empecé con 16 o 17 años. Dejé los estudios, me puse a trabajar en un bar y después, viendo que era un maldito vago, mi madre y yo decidimos que lo mejor que podía hacer, en una especie de huída hacia delante, era irme de Bilbao y venir a Madrid. Cuando llegué escribía fatal, pero ya le pegaba al lenguaje y era farragoso como yo solo. Me ha costado siete años que funcionara la cosa, con mucha paciencia.

¿Qué está leyendo ahora?
Vida y destino, de Vasili Grossman; y luego un libro sobre la Segunda Guerra Mundial, que me gusta mucho. Es un ensayo que se llama Decisiones trascendentales, de Ian Kershaw. Pero tengo un montón de libros abiertos…

BIO. Nació en Bilbao en 1984. Estudió Letras en Madrid. Su primera novela, Electrónica para Clara, escrita cuando tenía 22 años, ha ganado el premio XV Lengua de Trapo de novela. Ha colaborado en publicaciones como Archipiélago o Cuadernos para la Cultura y ejercido de crítico literario. Trabaja en la escuela Hotel Kafka. Asegura estar más que enganchado a Facebook.

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