Caminando entre difuntos
- Recorrer lápidas y panteones puede ser melancólico, plácido, hermoso.
- Visitamos algunos de los cementerios más interesantes del mundo.
- Arte vestido de luto, recogimiento y belleza.
Robert Frost, poeta estadounidense, lo decía en los versos de En un cementerio abandonado: "Los mismos que vienen hoy a leer historias e irse volverán muertos mañana, y será para quedarse".
Los cementerios ofrecen una extraña mezcla de naturaleza y tierra, de vida y muerte. Una certeza que, sin embargo, no evita que muchos gusten de recorrer cementerios. ¿Qué encuentran en ellos? La calma que transmite el descanso eterno, la leyenda de vidas apasionantes, maravillas escultóricas y una extraña mezcla de naturaleza y tierra, de vida y muerte.
Caminar entre tumbas no tiene por qué ser fúnebre, sino acogedor, filosófico, final.
Cimitirul Vesel
(Sapanta, Rumanía)
(París, Francia)
Es, quizá, el cementerio más famoso del mundo. Balzac, Chopin, Moliére, Proust u Oscar Wilde descansan en él, pero es otra la tumba que acoge a la mayoría de visitantes: la de Jim Morrison. Desde 1971, su sepultura se ha convertido en lugar de peregrinación de jóvenes y nostálgicos, que además de ramos de flores dejan porros encendidos para que Jim, o su espíritu, les dé una calada final. Con más de 300.000 cuerpos enterrados, Pére Lachaise es considerado monumento histórico nacional desde 1993.
(El Cairo, Egipto)
No es tranquilo ni bello, sino inquietante, injusto, maldito. También es uno de los cementerios más ajetreados del mundo: más de medio millón de desesperados viven en él. Son los egipcios, o sus descendientes, que huyeron de la península del Sinaí cuando fue ocupada por Israel tras la Guerra de los Seis Días. Desesperados, buscaron en El Cairo un futuro que nadie les dio, y tuvieron que refugiarse en el viejo cementerio otomano de la ciudad, único lugar con calma y sombras. Allí tratan de reconstruir su vida, aunque sin fortuna: el lugar es tan peligroso que la Policía prohíbe el acceso a los extranjeros.
(Buenos Aires, Argentina)
En uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, donde Buenos Aires se disfraza de París y los jóvenes se tumban en los jardines para disfrutar de música y mate, se ubica esta colección de señoriales lápidas y panteones. Los turistas, exhaustos tras pasear por San Telmo o Palermo, contemplan las tumbas de Oliverio Girondo, Bioy Casares o, principal atracción del lugar, la de la célebre Evita Perón.
(Dogon, Mali)
Es uno más de los muchos lugares fascinantes de África, y donde la tribu telem acoge a sus muertos. Lo hacen en el interior de grutas excavadas en la roca, donde los despiden con extraños ritos religiosos y ocultos tras pesadillescas máscaras. Sólo los más atrevidos pueden acceder al lugar: las tumbas están colgadas sobre la nada, y para visitarlas hay que trepar a través de cuerdas fabricadas con baobab.
(Praga, Chequia)
Josefov, el barrio judío que se esconde más allá del río Moldava, alberga un viejísimo cementerio (con tumbas de 1439), en el que se enterraron más de 30.000 cuerpos hasta 1787. Lo más sorprendente no es su densidad, con las lápidas desordenadas acumulándose unas con otras, sino la calma que transmiten los árboles, cuyas hojas sirven de techo. Entre sus más asiduos visitantes se encontraba el joven Kafka, que andando entre sus tumbas alcanzaba soledad y recogimiento.
(Venecia, Italia)
Nada de marabuntas turísticas ni vendedores de recuerdos de usar y tirar: basta tomar uno de los vaporettos que surcan la laguna para alcanzar la isla de San Michele, donde el cementerio judío promete calma y un terreno propicio para la reflexión. Entre los enterrados perennes (muchos son trasladados pasada una década, debido al escaso tamaño del lugar), destaca el cuerpo del genial compositor Igor Stravinski.
Románticos entre lápidas
Los cementerios no sólo albergan cadáveres, sino también sueños rotos, rincones románticos y pasiones quebradas. Un grupo de poetas prerrománticos ingleses incluso fue bautizado como "los poetas de cementerio" por su pasión por estos lugares: Thomas Parnell, Thomas Warton, Thomas Percy o Robert Blair fueron algunos de los que, en el siglo XVIII, anticiparon la poesía romántica y gótica. Entre sus herederos, nombres tan célebres como los de José Cadalso, H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe o Giacomo Leopardi.