Los drones también sirven para jugar... si encuentras un lugar donde no te multen por hacerlo

La invasión de los drones ya es un hecho. Han llegado para quedarse y cada vez estarán más presentes y visibles en nuestra vida. Su versatilidad los está convirtiendo en utilísimas herramientas en infinidad de sectores: mensajería, vigilancia, agricultura, fotografía, cine y televisión y, por supuesto, en el ámbito militar. E incluso se buscan nuevos usos, como su transformación en ambulancias aéreas.

Sin embargo, no hay que olvidar su utilidad más básica, la pura diversión. Los drones también son juguetes, pequeños artilugios voladores para aficionados a la tecnología, el aeromodelismo, la robótica y el control remoto.

La oferta de drones con fin lúdico no para de crecer. Una de las últimas novedades son los drones de combate de Star Wars, tres pequeños cuadricópteros con un diseño inspirado en el de sendas icónicas naves de la saga galáctica, la Speeder Bike de los stormtroopers, el compacto Tie Fighter de las fuerzas imperiales y el mítico caza X-Wing de la alianza rebelde.

Estos ingenios voladores de Propel, cuya edición limitada se presentó el pasado 1 de septiembre en el marco del llamado Force Friday, están equipados con rayos láser que permiten realizar combates multijugador. Cuando un dron recibe tres impactos de otro, cae derribado. Además, un sistema de inteligencia artificial impide que unas aeronaves impacten con otras.

Una de sus características más originales es un sistema de entrenamiento que crea una jaula virtual invisible que limita la altitud máxima y mínima por la que puede moverse el dron, de modo que es posible aprender a pilotarlo sin riesgo de que colisione con algo o se pierda.

Los drones tienen unas dimensiones aproximadas de 19 x 11 x 30 cm y pesan unos 2,5 kilos (dependiendo del modelo), alcanzan velocidades de hasta 50 km/h en apenas tres segundos y cuestan 199,99 euros.

Estos no son los únicos drones de La guerra de las galaxias que hay en el mercado. Tambén existe uno con el diseño de la nave más emblemática de la saga, el Halcón Milenario (169,99 euros).

Al margen de aquella galaxia muy, muy lejana, hay opciones tan interesantes como Flybrix (unos 160 euros), un kit para construir drones con piezas de Lego; el anfibio Aquadron (69,90 euros); el Airbone Cargo de Parrot (99 euros), que es capaz de cargar objetos (muñecos, bloques de construcción y otros juguetes); el sencillo Drone Ball (59,99 euros), ideal para principiantes ya que cuenta con protecciones que mitigan los impactos; el esférico Ufoball (39,90 euros), el Airbone Night (129 euros), con focos para volar en la oscuridad; o el diminuto Microdrone Smartview VR (89,90 euros), que cabe en la palma de la mano y posee cámara y gafas de realidad virtual con las que ver lo que "ve" él.

Pero hay un problema a la hora de usar los drones con fines recreativos. A efectos legales no son juguetes sino aeronaves y existe una regulación nacional que hay que obedecer. En caso de hacer un uso indebido del dron, la multa puede ascender hasta 250.000 euros.

Las normas más estrictas se refieren al uso profesional de drones y a los aparatos de mayores dimensiones, pero también se exige un buen número de precauciones a los aficionados casuales. La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) ha publicado un documento con todo lo que se debe y no se debe hacer a la hora de jugar con un dron.

Siempre hay que tenerlo a la vista, no se puede elevar el dron a más de 120 metros de altura y, en caso de que la aeronave tenga cámara, hay que respetar la Ley de Protección de Datos, la del Derecho al Honor, intimidad y propia imagen y las restricciones de toma de imágenes aéreas.

El gran problema está en encontrar un lugar en el que se pueda utilizar el dron, ya que está prohibido hacerlo volar sobre personas, en zonas urbanas, cerca de aeropuertos y de zonas donde se realicen deportes aéreos y tampoco está permitido utilizarlo de noche, ¿qué queda entonces? "Basta con que no haya edificios o una calle cerca. En el Retiro de Madrid no se podría, por ejemplo, pero tú te vas al campo y lo puedes hacer volar tranquilamente en cualquier parte", cuenta Daniel Bayón, CEO de Juguetrónica.

El experto señala además que existen "una gran variedad de drones que pueden volarse en casa, en un gimansio... En interiores puedes usarlo en cualquier sitio que te den permiso". En exteriores, Bayón compara el caso de los drones con el de los balones de fútbol o los coches radiocontrol, que en principio tampoco pueden usarse en zonas urbanas pero que a menudo se utilizan con cierto sentido común. "Lo más sonoro es lo de los drones, pero por el tema de la normativa para drones profesionales, que es otra cosa totalmente distinta", añade.

No sería extraño que se añadan nuevos matices a la normativa a medida que se popularice el uso de los drones como juguete, algo que según Bayón está sucediendo a gran velocidad. "La demanda sigue creciendo porque cada vez se van conociendo más estos productos y porque, sobre todo, cada vez son más sencillos de utilizar. La dificultad de manejo era una barrera, pero ahora se están simplificando los sistemas con tecnologías como el control de altura automático, que hace que los drones sean muy fáciles de manejar y mucha más gente se está animando a probarlos", explica.

Este aumento de demanda ha venido acompañada de un aumento de la oferta, que es cada vez mayor pero que, según el experto, ha generado un nuevo problema, la proliferación de drones muy baratos pero de bajísima calidad. Aun así, como ha sucedido con muchas otras tecnologías, quizá este sea el paso necesario para consolidar a los drones como un producto estrella de cara a los cumpleaños, fiestas navideñas y similares.

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