Artes

Retablos tridimensionales de muñecas tenebrosas y paganas

Obra de Jessica Dalva
© Jessica Dalva

En una de sus obras, que parecen retablos de una religión tan obscura como pagana, la artista Jessica Dalva muestra a una mujer que se hunde en un abismo negro y viscoso del que emergen manos; en otra, la protagonista tiene un cuervo en cada brazo; en una tercera, adapta el cuerpo desnudo al perfil de un puma que tiene gesto de ataque; en una última, sostiene a un galgo como si lo presentase como ofrenda...

La somera descripción de cuatro de los trabajos en arcilla sintética de esta joven radicada en Los Ángeles (EE UU) es suficiente para entender que estamos ante una de esas creadoras que prefieren la pesadilla antes que la claridad y el encanto del tremendismo del pop más creepy antes que los cánones de siempre. Dalva, cuyo nombre oficial es mucho más largo y tiene convenientes resonancias góticas —Jessica Laurel Louise Davila—, expone hasta el 31 de mayo en una de las galerías de referencia del lowbrow surgido en la ciudad californiana, La Luz de Jesús.

La palabra que solo aparece una vez en el idioma

Bellas y corrompidas, casi siempre desnudas, de piel albina y con las pupilas blanquedas, las heroínas de Dalva protagonizan una muestra cuya extrañeza comienza por el título: Hapax Legomena  (Hápax legómenon), la expresión que designa a aquella palabra que ha aparecido una sola vez en el cuerpo de un idioma dado. A veces se trata de un término nacido de una forma fónica necesaria para la rima, como el Ptyx del poeta simbolista Mallarmé, que también buscaba resonancias de carácter sagrado: el escritor jugaba a cruzar al dios egipcio Ptah con los términos mitológicos ônix (ónice) y Stix (Estigia).

Cada pieza de la colección de esculturas o cuadros tridimensionales de Dalva son "expresiones singulares de una idea", reflejos de miedos, "batallas personales que libramos" o los "enredos del amor", explica la artista. En Sift, or Everything Around Her Was on Fire (Cribar, o Todo en torno a ella está ardiendo), una muchacha tira de un sedal dorado que ha lanzado a un charco de brea; en Viscera, or What More Can I Give (Víscera, o ¿Qué más puedo ofrecer?) del pecho agrietado de una mujer salen o están a punto de entrar una serie de elementos dorados: un corazón, un cerebro, un conejo, serpientes, un colibrí...

Frases escuchadas por casualidad

Como si se tratara de una navegación siempre dicotómica entre los momentos de claridad y alegría, los sueños y las pesadillas, el miedo y la esperanza, las piezas de la exposición están creadas, explica la artista, a partir de un desarrollo bastante libre e irreflexivo de ideas sueltas o incluso frases escuchadas casualmente mientras pasea —de una de estas procede "y todo a su alrededor estaba en llamas"—. Reconoce que le tienta la obscuridad, pero busca darle la vuelta a esta propensión: "Por mucho que las cosas pueden desmoronarse, siempre hay algo positivo que se puede encontrar en la experiencia".

Dalva, que trabaja en la industria de la animación audiovisual stop motion, había planeado originalmente estudiar diseño de moda, pero cambió de rumbo y se dedicó a la ilustración, la escultura y el diseño. Ahora maneja una "amplia variedad de intereses" y desea "experimentar con tantos medios como sea posible". Realiza con la misma pasión gifs animados, muñecos o elementos escenográficos, esculturas de mujeres temerarias que interactuan con animales salvajes o cuadros.

Trabaja con lo que cae en sus manos: pintura acrílica, alambre y papel de aluminio, pelo de alpaca, cuentas de vidrio, flores secas, plumas, madera, pan de oro, resina, plata, metales, latón, telas...

loading...