Artes

La Karl-Marx-Allee, un fósil faraónico del Berlín comunista

Foto de la berlinesa Karl-Marx-Allee en 1958, todavía en proceso de construccción, en la que se ven las torres que flanquean el bulevar en Frankfurter Tor
Courtesy of Skjerven Group

Alemania apenas salía de la II Guerra Mundial cuando fue dividida en dos países: la República Federal Alemana (tutelada por el Reino Unido, Francia, Estados Unidos) y la República Democrática Alemana, bajo el paraguas de la Unión Soviética. Con el nazismo derrotado, las diferencias entre los EE UU y la URSS se agudizaban. El enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo creó durante años una tensión mundial entre las potencias, especialmente palpable en Berlín.

La ciudad fue en los años cincuenta un constante concurso de propaganda ideológica. En el lado occidental recibían dinero estadounidense y presumían de recuperarse a un ritmo asombroso; desde el lado oriental se promocionaba la utopía de la igualdad, se anunciaba el comunismo con promesas de paz y armonía. Más adelante, los habitantes de la ciudad dividida sufrirían las consecuencias de la Guerra Fría con una frontera física que los obligó a pasar 28 años (de 1961 a 1989) separados por un muro.

Sin el entusiasmo que generó el fin de la II Guerra Mundial, no se podría haber construido la Karl-Marx-Allee (avenida Karl Marx), hasta 1961 bautizada con el contundente nombre de Stalinallee (avenida Stalin). Fueron necesarios 40.000 obreros sólo para desescombrar el terreno del que ahora es uno de los complejos arquitectónicos residenciales más atractivos del comunismo europeo: el conjunto se concibió como un "palacios para los obreros", casas modernas y de diseño que cualquier trabajador tendría el honor de habitar.

Dibujos, pinturas y fotos de un bulevar creado para desfiles

El bulevar, creado entre 1952 y 1961 y de dos kilómetros de largo, no tiene dimensiones humanas, no se creó para el tráfico, sino para los desfiles. Los bloques faraónicos, de hasta 13 pisos, eran propios de la grandeza de Moscú. Se adornaron con baldosas y ornamentos de porcelana Meissen, la primera porcelana de Europa, un sello fundado en 1708. En un paseo por las inacabables manzanas de la avenida es fácil reparar en los relieves y mosaicos de figuras humanas, en ningún caso de dioses griegos ni personajes notables, sino obreros.

El libro DDR Limited (RDA Limitado) —las siglas corresponden a la República Democrática Alemana— desmenuza la arquitectura, el diseño y la historia del que ahora uno de los lugares más representativos de la capital alemana. La editorial berlinesa Gestalten se alía con el sello editorial de la inmobiliaria Skjerven Group para publicar el tomo bilingüe alemán-inglés, un compendio de dibujos, pinturas y fotos de la avenida en diferentes épocas al que se unen imágenes de interiores de viviendas.

Sobriedad megalómana

Con la Karl-Marx-Allee se reproducía, en una sobriedad megalómana, el atractivo de una zona comercial capitalista. En los bajos de los edificios se abrirían tiendas bien surtidas, cafés con terrazas, restaurantes elegantes... Algunos de estos locales sobreviven en el tiempo con mayor o menor grado de pureza: la librería Karl Marx ya no es un negocio normal y se alquila para eventos chic, el café Sibylle —llamado así por la publicación femenina Sibylle, la Vogue de la Alemania del este— tiene ahora un aura museística a pesar de seguir siendo un negocio de hostelería.

Los muebles, lámparas y otros elementos que adornan las estancias que retrata DDR Limited reflejan la admiración que despierta la estética de la RDA en diseñadores y arquitectos actuales. Caracterizadas por un estilo austero pero armónico, las piezas son herederas de la elegancia de la escuela de diseño alemana Bauhaus, que en el primer cuarto del siglo XX demostró cómo la esencia de la belleza no pasa por el adorno ni entorpece la funcionalidad.

Permitiéndose una licencia histórica, DDR Limited juega en las imágenes nuevas a combinar estas apetecibles piezas de diseño comunista con otras de la Alemania occidental. El tomo también es un documento sobre la transformación que sufre Berlín, una ciudad refugio para artistas y mentes excéntricas, en la que siempre se pudo vivir bien con poco y que cada vez resulta más suculenta para el mercado inmobiliario.