Cine

Antonio Banderas: "El éxito de 'Ocho apellidos vascos' nace del ansia por entendernos"

Antonio Banderas posa con las cabezas de dos de los robots que aparecen en la película 'Autómata'.
Jorge París

A sus 54 años, Antonio Banderas no descansa. El que es quizá el intérprete español con mayor prestigio internacional va saltando de proyecto en proyecto demostrando que su carrera se encuentra en uno de sus momentos más dulces. Tan pronto se alista en las filas de los mercenarios de Stallone como se transforma en un malvado pirata con ganas de incordiar a Bob Esponja.

Sin embargo, aunque no lo parezca, su proyecto más cercano tiene firma española. Se trata del largometraje de ciencia ficción Autómata (que se estrenará el 23 de enero), donde se presenta un futuro distópico en el que la mayoría de la población del planeta ha desaparecido y el desarrollo de la inteligencia artificial plantea nuevos retos a la humanidad.

Esta cinta, firmada por el director Gabe Ibáñez, ha sido nominada para cuatro premios Goya, todos técnicos, así que Banderas no entra en la terna de interpretación masculina. Sin embargo, al malagueño no le hace falta, el Goya de Honor de este año está reservado para él. De este modo, la Academia de Cine reconocerá la carrera profesional de un actor que, tal y como él mismo relata a 20minutos, sigue lleno de inquietudes y con ganas de hacer cosas.

¿Cómo llegó a este proyecto?

Fue a través de Elena Anaya. Cuando estábamos haciendo La piel que habito plantó un guion encima de la mesa, el de Autómata, que venía acompañado de un dossier maravilloso, lleno de detalles con cosas como los diseños de los robots. Me produjo una primera impresión muy positiva porque nunca nadie me había presentado un proyecto tan bien diseñado y eso me indicaba que detrás había alguien muy serio.

Y acertó.

Totalmente. Conocí a Gabe y vi que no me equivocaba. En seguida él me ofreció las garantías que yo necesitaba para dar el salto y embarcarme en esta aventura. Además, leyendo el propio guion me asaltó una pregunta: ¿por qué no hacer ciencia ficción en España?, ¿por qué este es un terreno que solo pisan los americanos y en alguna ocasión algún europeo loco que se atreve?, ¿por qué no abrir ese género a las posibilidades de la cinematografía española?

¿Con Autómata ha conseguido responder a esas preguntas?

Yo creo que sí. Me parece que no hemos fallado. Hemos demostrado que con un presupuesto bajo se puede ofrecer un espectáculo grandioso en la pantalla y que, al mismo tiempo, gracias al uso del futuro —un recurso frecuente en la narrativa— nos permite reflexionar sobre lo que nos está pasando en el presente.

¿Cómo ha sido su relación con la ciencia ficción a lo largo de su vida?

Ha sido la relación de un espectador de ese género, de uno entregado porque me gusta mucho la reflexión personal sobre qué ocurrirá con el mundo. Una de las cosas que más me fastidia de la muerte —que es lo único perfecto que hay en la vida— es que te impide saber lo que va a ocurrir en un futuro, en un futuro incluso muy lejano.

¿Cuán lejano?

Cuando hablamos del futuro a menudo nos planteamos cómo será la vida dentro de 50 o 60 años, pero a mí me gusta preguntarme qué pasará en la Tierra por ejemplo dentro de mil años, ¿seguiremos los humanos dando vueltas por aquí?, ¿cómo se verá lo que somos ahora desde esa época?, ¿nos verán como vemos nosotros a los neandertales o a otras civilizaciones ya desaparecidas? Eso siempre me ha producido mucha curiosidad. El algo que no me agobia, me gusta elucubrar sobre eso y cuando mi profesión me permite jugar con ello, experimentar hiperrealidades que no existen, me produce cierto placer.

¿No cree que esa dependencia de la tecnología que se apunta en la película ya se empieza a notar? Teléfonos móviles, Internet...

La tecnología ha cambiado el mundo radicalmente, en muchos aspectos a mejor. Lo que es evidente es que ha hecho que todo adquiera una velocidad tremenda, pero lo que no sabemos todavía son los efectos secundarios que eso puede producir en el ser humano. El avance de la inteligencia artificial es cada día mayor pero, por desgracia y a diferencia de lo que sucede en Autómata, los robots que se están creando no tienen protocolos morales. Se están haciendo básicamente por empresas que trabajan para núcleos militares y su objetivo es básicamente matar, no hay más que ver los drones, que se han puesto tan de moda.

Visto así, da un poco de miedo.

Ya advirtió Stephen Hawking en una conferencia reciente los peligros que conlleva la experimentación con inteligencia artificial si estos artefactos que estamos creando no son controlados de una manera muy rígida. La película naturalmente se mueve en el terreno de la ciencia ficción y del thriller, pero creo que nos permite reflexionar mucho sobre estos temas.

Pero también sobre temas no tecnológicos.

Claro. Muchas de las cosas que vemos en la película ya las estamos viendo en la realidad, y no sólo las tecnológicas. Por ejemplo esos muros que impiden a las personas entrar a las ciudades, el uso de los niños para actos violentos...

Autómata llega justo cuando se cumple un año fantástico para el cine español, ¿a qué cree que se ha debido este éxito?

Ha habido una película que es la que ha determinado de algún modo este año, que es Ocho apellidos vascos. Hay una cosa en ella que es fundamental y que dice mucho de todos nosotros, me refiero al ansia que hay en la sociedad española por entendernos. De repente, problemas tan grandes y tan sólidos y tan espesos como las relaciones entre comunidades autónomas, entre los vascos y los andaluces —que parecemos absolutamente encontrados—, se reflejan en la pantalla con cierta ligereza. Una historia de amor simple pasa por encima de todos los obstáculos que podrían representar las culturas autóctonas y los deseos de independencia y todo lo que eso conlleva. Ocho apellidos le ha quitado hierro a lo que parece irresoluble a través de algo tan simple como es enamorarse. A la gente le ha gustado esa idea y la ha apoyado masivamente.

Un contexto complejo trivializado gracias a una historia sencilla.

Claro. En definitiva, es contar de nuevo, pero muy bien y con mucha gracia, que el amor termina rompiendo las barreras. Los Montesco y los Capuleto —volvemos a Romeo y Julieta—, que en esta ocasión somos los vascos y los andaluces, no tienen nada que hacer cuando esto surge y se carga todas las cosas que creemos que son irrompibles. Yo creo que ahí radica el secreto de Ocho apellidos vascos y dice mucho en favor de este pueblo nuestro español, que en el fondo lo que tiene es un anhelo de entendimiento.

La película ha logrado cuatro nominaciones a los Goya, ¿cree que logrará alguno?

Antonio, Goya de Honor (risas). No, no debemos hacer eso. Siempre me ha parecido una falta de respeto cuando se hacen predicciones o cuando desde alguna productora se dice "deberíamos ganar este y este otro". Es una falta de respeto a los otros tres nominados en las ternas. Hay que asumir lo que la Academia ha votado y esperar a la noche de los Goya.

Pero tendrá favoritos...

La isla mínima es una película que está muy, muy bien. Además, voy a tirar pa' mi tierra. Es una producción andaluza, Alberto está demostrando que allí hay mucho talento... Además, en ella participa un actor que es un ojito derecho mío, que es Raúl Arévalo, al que tengo mucho cariño ya que se podría decir que nació cinematográficamente conmigo en El camino de los ingleses, y me encanta que esté adquiriendo la altura y el poder que está adquiriendo. Me alegraría mucho por él si ganase el Goya.

¿Y en los Oscar, que también están muy cerca?

En los Oscar, me gustaría que Michael Keaton se llevase una estatuilla. Me parece que Birdman es un trabajo magnífico, por parte de él y por parte de la dirección. Se consolidan los mexicanos en Hollywood. El trabajo de Eddie Redmayne como Stephen Hawking en La teoría del todo también es extraordinario, pero es muy probable que la Academia piense que aún es muy joven y que tendrá posibilidades de conquistar ese premio en años venideros. También me veo obligado a mencionar Boyhood, que es una película que me ha impresionado, que me tocó.

Gabe Ibáñez, el padre de la criatura

El director de Autómata y también uno de sus guionistas es Gabe Ibáñez, quien se confiesa un apasionado de la ciencia ficción, gracias en gran parte a los libros que tenía su abulo y que él devoraba. Ahí se encuentra uno de los gérmenes de este filme, aunque el origen más claro tiene que ver con una realidad mucho más reciente.

"El origen está en una noticia que encontré en una web que hablaba sobre una impresora 3D con la que se podía contruir prácticamente todas las piezas necesarias para crear otra impresora 3D. Esa idea de reproducción me pareció muy inquietante y me pareció que, aunque fuera a un nivel casi metafórico, dejaba intuir una de las características que se consideran propias de la vida"m explica Ibáñez a 20minutos.

"Por supusto, también me inspiré en el progreso de la inteligencia artificial, la singularidad como teoría tecnológica y filosófica que nos habla de que en unos años, no se sabe cuantos, la IA podría estar a la altura de la inteligencia humana. Me parecían elementos muy sugerentes con los que comenzar a escribir una historia", añade el director.

Aunque asegura que no ha hecho la película "con la intención de predecir el futuro", Gabe Ibáñez señala que casi todo lo que sucede en Autómata tiene su reflejo en la actualidad. "Prácticamente todo lo que se trata en la película lo puedes ver en un telediario: degradación del medioambiente, desertificación, muros que separan las ciudades, favelas en las que vive gente en condiciones miserables, separación entre los humanos, violencia, asesinatos...", cuenta.

"Todo eso está ya. Evidentemente nosotros lo dramatizamos y lo ponemos todo junto y ocupando la Tierra entera, pero no estamos tan lejos ni tan cerca. Es una hipótesis, la de la decadencia del homo sapiens como especie, que narrativamente nos sirve muy bien para plantear que la vida busca vías alternativas para abrirse camino", concluye.

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