Artes

Irving Norman, brigadista contra Franco y soñador de utopías oscuras basadas en la guerra

El panel central de Guerra y Paz muestra a dos dioses arcaicos batallando entre sí mientras el mundo se derrumba
© Irving Norman - Courtesy of Michael Rosenfeld Gallery LLC, New York, NY

Llamado por algunos "surrealista social" y por otros pintor de las "metrópolis obscuras", Irving Norman (1906-1989) no tiene el puesto que merece en las crónicas artísticas del siglo XX en los EE UU. La culpa no es de su obra —única y notable por su afilada capacidad crítica hacia los peligros del totalitarismo, la dominación y la guerra—, sino quizá de su descarada militancia comunista, que le convirtió en sospechoso —fue vigilado durante décadas por el FBI— y le colocó en las listas negras de la caza de brujas del macarthismo.

Combatiente a los 32 años en la Guerra Civil en las filas del Batallón Lincoln de las Brigadas Internacionales, formado por antifascistas estaounidenses que se unieron en la lucha activa contra el golpe de estado franquista, lo que vió en España cambió la vida de Norman, que había nacido en Vilna —entonces parte de Rusia— en una familia de origen judío, emigrado con sus padres a los EE UU en 1923 y se había buscado la vida como barbero mientras frecuentaba los ambientes obreristas cercanos a la mística de la revolución soviética. Al regresar al otro lado del Atlántico tras la contienda española estaba empeñado en convertirse en pintor.

Hasta tres metros de alto

Lo que consiguió con los años aquel hombre izquierdista que se atrevió a matricularse en clases de Arte a los 34 años, una edad demasiado avanzada para aprender, según todos le decían, podrá admirarse en la exposición Irving Norman: War & Peace—Monumental Paintings, 1969-1986 (Irving Norman: Guerra y paz — Pinturas monumentales, 1969-1986), que mostrará siete obras de gran tamaño (hasta 3 metros de altura) de crítica abierta a la guerra en un estilo que mezcla elementos del surrealismo más tenebroso, con el estilo de los murales didácticos del realista social mexicano Diego Rivera, comunista como Norman.

El elemento diferencial de la obra de este artista menospreciado y por redescubrir está en el tono y el tema de las piezas. Si en el realismo socialista se dibujaban utopías basadas en la felicidad a la que presuntamente conduciría la práctica del marxismo, los cuadros de Norman son distópicos y apocalípticos y muestran las consecuencias de sistemas de poder tiránicos y deshumanizados donde la igualdad pasa por la dominación y la alienación y el poder se construye mediante la práctica de la guerra.

'La posterior y dudosa paz'

Las obras de Norman —que pueden verse del 6 de septiembre al 25 de octubre en la Michael Rosenfeld Gallery de Nueva York— tuvieron un momento crucial con la ejecución de la pieza central de la exposición, el tríptico dibujado a grafito en 1965 War & Peace, de 3,5 metros de largo por 1,63 de alto. En la parte central de la pieza dos colosales guerreros arcaicos se enfrentan el uno contra el otro mientras el mundo en torno a ellos se derrumba. Por otra parte, como señala Patricia Junker, el panel de la izquierda deja en claro que "el motor de la guerra está alimentado por la tecnología" y el derecho muestra "la explotación humana por la maquinaria bélica y la posterior y dudosa paz".

Interesado en denunciar "los horrores de la guerra, la explotación de los muchos por unos pocos, el entorno urbano opresivo y deshumanizante", Norman también quiso señalar los otros miedo, basados en una destrucción silenciosa pero no menos temible: sus figuras están desnudas y encadenadas ante un tribunal de sacerdotes que parecen vampiros en Supreme Justice (1974), son trasladadas a la fuerza en vehículos voladores a destinos inciertos (Airport, 1972) o convertidas en máquinarias de producción inmóviles (M.F.I. Complex, 1981) y sin capacidad de respuesta.

'Alienación caótica de la modernidad'

En estas obras repletas de detalle, pobladas por enjambres de seres anónimos, el artista deseaba poner la atención en la "alienación caótica de la modernidad", dicen desde la galería. Sus protagonistas, significantes genéricos de la humanidad, están "constreñidos por la vida urbana, diezmado por la pobreza, destruidos por la guerra y atrapados por el capitalismo global".

El éxito de Norman como pintor durante su vida, añaden, es "modesto" si se compara con la celebridad de alguos de sus contemporáneos. Su decisión de apostar por la denuncia y el realismo y renegar de la abstracción que estaba de moda y los veinte años de "vigilancia y hostigamiento" por parte del FBI pudieron bastar para "asustar" a los galeristas y coleccionistas en el pasado, pero no explican, sin embargo, que este trabajo "siga estando marginado hoy en día".

Se trata de una obra "horrible y aterradora" con representaciones complejas y detalladas de un panorama por desgracia cotidiano de "guerras por el petróleo, avaricia corporativa,  fanatismo religioso, corrupción política, consumismo y deshumanización de la arquitectura moderna", concluyen los organizadores, que anuncian la edición de un catálogo de la exposición en el que llama la atención un texto sobre Norman de uno de sus grandes admiradores, el músico Graham Nash.

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