Internacional

Nelson Mandela, un símbolo mundial de la defensa de los derechos humanos

Nelson Mandela, en la década de los 50.
GTRES

Hablar de Nelson Mandela es hablar de una larga vida dedicada a luchar contra la segregación racial y a defender la igualdad de todos los seres humanos. Una lucha en la que no cesó a pesar de ser perseguido, tener que pasar a la clandestinidad y finalmente ser encerrado durante 27 años. Su sacrificio, que le ha hecho merecedor de la admiración internacional, desembocó en el fin del apartheid y su Sudáfrica natal inició el camino hacia una sociedad más democrática. Al mismo tiempo se convertía en un referente mundial de los derechos humanos.  

"En su evolución se ve cómo en los inicios del movimiento contra el apartheid rechazaba trabajar conjuntamente con otros colectivos que también eran discriminados", apunta Carlota García Encina, investigadora del Real Instituto Elcano. Su lucha se centraba en los derechos de los negros. "Pero se fue convenciendo de lo contrario y logró la unidad de todos", continúa. De esta forma, cuando salió de la cárcel y pudo participar activamente en la política consiguió unir a una oposición que se presentaba muy fragmentada.

En aquellos primeros años anteriores a su ingreso en prisión también promovió un grupo armado que cometió acciones violentas, amparado por el Congreso Nacional Africano, pero su trayectoria evolucionó de esa lucha armada incipiente a "una visión pacifista a ultranza y a un deseo de reconciliación", apunta Jaume Saura, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Barcelona.

Igual que cambió él lo hizo la percepción que el mundo tenía del apartheid que sufría Sudáfrica. "Hasta la Segunda Guerra Mundial era un problema doméstico pero después se convirtió en una causa global, atrayendo la atención de otros países", relata García Encina. Esto fue posible por diversas "conjunciones históricas", entre ellas, el aumento del poder de los afroamericanos, con figuras como Martin Luther King o Malcolm X, o el cariz de la Guerra Fría. Eso magnificó la empatía por la causa de Mandela, hasta tal punto que en los años 70 la situación estalló y las campañas que exigían su puesta en libertad se intensificaron. "La lucha contra el racismo era una causa global en esos años. Sudáfrica estaba sancionada, aislada internacionalmente, y él era el abanderado", recuerda esta investigadora.

El compromiso con los más débiles y la coherencia han marcado su vida. "Nadie puede discutir su coherencia", insiste el profesor Saura. "Eso hace que no solo sea un líder contra el apartheid en Sudáfrica sino que se convierta en un referente antirracista en todo el planeta", coincide. En su opinión, el valor añadido de Mandela respecto a otros adalides de las libertades es su paso por el Gobierno: "No solo trabajó en la línea de un activismo opositor sino que pasó al otro lado de la política y actuó sin revanchas y con una pulcritud impecable. No se le conoce ningún caso de corrupción ni favoritismo. Estuvo por encima de partidismos, de colores de piel. Fue el padre de todos los sudafricanos, independientemente de su ideología o de su raza. Y se convirtió en referente de los ciudadanos". Entrar a gobernar con prestigio es relativamente fácil pero salir con él "indemne" es muy  difícil. Y él lo consiguió.

Mandela forma parte de un importante elenco de figuras que a lo largo del siglo XX hicieron todo lo posible para abolir la segregación racial. Se convirtieron en emblemas, algunas de ellas a costa de su propia vida. Estos son algunos ejemplos.

  • Rosa Parks (Febrero de 1913-Octubre de 2005): Esta humilde costurera era también secretaria de la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color cuando un día de 1955 se negó a cederle su asiento a un hombre blanco durante un trayecto en autobús en Montgomery, la capital del Estado de Alabama. "Estoy cansada de ser tratada como una ciudadana de segunda clase", le dijo con valentía al chófer, pese a saber que la ley estaba en su contra. Este hecho, por el que fue encarcelada, la hizo mundialmente conocida y enmarcó su nombre en la historia contra la segregación racial, al ser considerado el detonante del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. La ola de protestas que desencadenó, encabezada por el entonces desconocido reverendo Martin Luther King, llevó a 381 días de boicot a los autobuses de la ciudad. El Gobierno se vio obligado a poner fin a la discriminación contra los negros en el transporte público y de ahí, aunque a paso lento, la igualdad se fue extendiendo a otros ámbitos de la sociedad. Parks no había sido la primera persona negra arrestada en Montgomery por no ceder su asiento, pero sí en desafiar la ley. En 1999 le entregaron la Medalla de Oro de Honor del Congreso y fue reconocida como un icono viviente de la libertad en Estados Unidos.

  • Martin Luther King (Enero de 1929-Abril de 1968): Los hechos de Montgomery hicieron famosa a Parks pero también a un pastor de la iglesia baptista que ya venía trabajando para que en Estados Unidos los afroamericanos no fuesen menospreciados. Del boicot a los autobuses surgió la Asociación para la Mejora de Montgomery y Martin Luther King fue elegido su presidente. El éxito de la protesta le aupó como un líder respetado. A lo largo de su corta vida pronunció innumerables discursos pero, sin duda, el más recordado es el que dio el 28 de agosto de 1963 en Washington. Conocido como I have a dream (Tengo un sueño), fue el broche de una manifestación para exigir derechos civiles plenos y libertad de voto para los ciudadanos negros a la que asistieron unas 300.000 personas. "Tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter", proclamó. Cinco años más tarde, el 4 de abril de 1968, un francotirador le disparaba desde un motel de Memphis. Martin Luther King moría a los 39 años, pero dejaba un importante legado, con la aprobación de leyes como la de los Derechos Civiles y la del Derecho al Voto. Esa labor le hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz de 1964.

  • Jesse Louis Jackson (Octubre de 1941): Este reverendo baptista y miembro del Partido Demócrata fue admirador de Luther King. Se unió a él en 1965 y se empapó de sus ideas siguiéndole allá donde iba. Incluso se encontraba a su lado cuando el carismático líder negro fue asesinado. A partir de ese momento afirmó recoger "la antorcha" y se fue formando como orador y defensor de los derechos humanos. Tras enfrentarse con la organización cristiana fundada por su mentor, la Southern Christian Leadership Conference, creó la suya propia en 1971 bajo el nombre People United to Save Humanity. Desde ella predicó a la juventud negra y se hizo famoso por frases como "soy alguien". Su carrera dentro del Partido Demócrata le llevó en la década de los ochenta a intentar, sin éxito, aspirar a la candidatura para las elecciones presidenciales en varias ocasiones. En opinión de los analistas políticos de aquel momento, Estados Unidos no estaba preparado aún para tener un presidente negro. A parte del color de su piel, entre sus compañeros de partido tampoco era visto con buenos ojos el progresismo de sus ideas políticas, consideradas por algunos poco asumibles por la sociedad estadounidense.

  • Malcolm X  (Mayo de 1925-Febrero de 1965): Pese a ser contemporáneos y luchar por la misma causa, Martin Luther King y Malcolm X mantenían importantes diferencias. Este último apostaba por una vía más radical, sustentada en el "nacionalismo negro". Durante su estancia en la cárcel, en la que estuvo entre 1946 y 1952, Malcolm X había entrado a formar parte de la Nación del Islam, organización de la que llegó a ser un miembro relevante. Finalmente la abandonó y en 1964 decidió crear la Organización de la Unidad Afroamericana, un grupo laico que abogaba por el nacionalismo negro. Predicó su ideología por Estados Unidos y también viajó en varias ocasiones a Europa y África. Se reunió con importantes dirigentes, encuentros de los que se recuerda por ejemplo el que mantuvo con Fidel Castro. Durante una de sus intervenciones en Nueva York, mientras hablaba ante 400 personas y toda su familia, murió tiroteado, hechos por los que fueron detenidos tres hombres. "Si no estás dispuesto a morir por ella, saca la palabra libertad de tu vocabulario", es una de las frases que dejó para la posteridad.

  • Stephen Bantu Biko (Diciembre de 1946-Septiembre de 1977): Mientras esto ocurría en Estados Unidos, en Sudáfrica continuaba la lucha contra el apartheid. Tras el vacío político que dejó la persecución contra los miembros del Congreso Nacional Africano de Mandela, en la década de los 60 otro grupo de activistas creó el movimiento Conciencia Negra, con Steve Biko como líder. Biko fue un activista carismático pero con una visión más radical y menos reconciliadora de que la que ya por entonces procesada Madiba. Su lucha contra la segregación racial le llevó a seguir los mismos pasos que su predecesor y terminó detenido. En septiembre de 1977 moría en la cárcel donde estaba confinado como consecuencia de los malos tratos sufridos. Su muerte mientras estaba en custodia policial provocó que la ONU impusiese a Sudáfrica un embargo de armas.

  • John Wesley Carlos y Tommie Smith (Junio de 1945 y junio de 1944): Estos atletas de color estadounidenses protagonizaron en los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en México, la exhibición del poder negro y la protesta contra el racismo en Estados Unidos. Smith ganó la final de 200 metros y Carlos obtuvo el bronce. Ambos subieron al pódium descalzos y con calcetines negros, símbolo de la pobreza de la gente de color. Ambos llevaban también una insignia del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos, una organización en contra del racismo en el deporte. Una vez arriba y mientras sonaba el himno de su país, levantaron el puño enfundado en un guante negro. Su actitud les valió no solo el abucheo del público sino también la expulsión de aquella convocatoria, argumentada bajo el supuesto carácter apolítico del olimpismo. Al regresar a casa incluso llegaron a sufrir amenazas de muerte. Pero si había habido unos juegos politizados y utilizados en beneficio de un ideal político fueron los de Berlín, en 1936. Con Adolf Hitler como presidente, se presentaron como un ensalzamiento de la raza aria, pero el también estadounidense y negro Jesse Owens echó por tierra las teorías nazis al lograr cuatro medallas de oro.
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